Un abad, con buen criterio, trató de convencer a un monje para que fuera al psicólogo. Éste, durante algún tiempo, se resistió, pero finalmente fue. Cuando el psicólogo le dijo que sufría un trastorno narcisista de la personalidad, se entristeció, porque él quería amar a los demás. Tras un silencio, dijo: «Dios quiera que en el cielo haya también un rinconcito para los narcisistas».
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1 comentario:
Seré un narciso...
porque temo ir al cielo
y cambiar mucho.
Un abrazo y que Dios lo bendiga, don Alfonso.
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