martes, 31 de marzo de 2020

Jn 8,21-30 . A quién encontrar






21De nuevo les dijo: «Yo me voy y me buscaréis, y moriréis por vuestro pecado. Donde yo voy no podéis venir vosotros». 22Y los judíos comentaban: «¿Será que va a suicidarse, y por eso dice: “Donde yo voy no podéis venir vosotros”?». 23Y él les dijo: «Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba: vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. 24Con razón os he dicho que moriréis en vuestros pecados: pues, si no creéis que “Yo soy”, moriréis en vuestros pecados». 25Ellos le decían: «¿Quién eres tú?». Jesús les contestó: «Lo que os estoy diciendo desde el principio. 26Podría decir y condenar muchas cosas en vosotros; pero el que me ha enviado es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él». 27Ellos no comprendieron que les hablaba del Padre. 28Y entonces dijo Jesús: «Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, sabréis que “Yo soy”, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. 29El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada». 30Cuando les exponía esto, muchos creyeron en él.


Una y otra vez aparece  el "Yo soy" (אהיה, Ἐγώ εἰμι) que nos remite al paso de la zarza ardiente en que a Moisés se le revela el nombre de Dios. Ahí está la respuesta a la pregunta que le están haciendo a Jesús, que todo su modo de actuar despierta a su alrededor: «¿Quién eres tú?».

La respuesta está ante todo en un encuentro personal. Y Jesús nos remite al momento en que con más claridad se muestra, que es precisamente el que los hombres consideraríamos como aquél en que más se oculta, su cruz salvadora: «Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, sabréis que “Yo soy”».

Esta terrible situación de la pandemia es ocasión para muchas cosas; cada uno de nosotros, sea lo que sea lo que nos toque hacer –encierro, asistencia a los demás, trabajos imprescindibles, etc.–, puede escoger ir en una dirección o en otra. Las coyunturas de la vida siempre son un reto para nuestra libertad, podemos elegir, no podemos dejar de hacerlo. Pero lo que nadie nos quita es que elijamos nosotros, por muy impuestas que estén las circunstancias, por muy escasas que sean las posibilidades.

Una pandemia también es ocasión para el encuentro, para el encuentro con los otros, especialmente con los que más sufran, con los más necesitados. En medio de este horror, en el sufrimiento, la pandemia también es ocasión para el encuentro con Jesús, para el encuentro con Dios. Acaso para reencontrarlo o para reconocerlo por primera vez.

@GlosasM

lunes, 30 de marzo de 2020

Jn 8,1-11. ¿Hay que apedrear a alguien?






1Por su parte, Jesús se retiró al monte de los Olivos. 2Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. 3Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, 4le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. 5La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?». 6Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. 7Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». 8E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. 9Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante. 10Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?». 11Ella contestó: «Ninguno, Señor». Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».


¿Quién no es culpable de algo?

Estamos en tiempos muy difíciles, en los que se va cargando la tensión por la incertidumbre del contagio, por la situación del familiar enfermo, por la muerte del ser querido, por el temor ante la situación económica y social de inmediato futuro,... Toda esta tensión, si bien creciente, está siendo contenida, en buena medida, por la situación de confinamiento. Desgraciadamente también es cierto que habrá quienes se conviertan en víctimas dentro de sus casas sobre las que descargar la violencia. Pero la contención, aunque retenga de momento, también hace subir la presión en la olla.

Esta tensión contenida, si fuera bien encauzada por unos gobernantes eficientes, podría ser una energía que ayudara a poder sacar adelante esta tremenda situación. Unos dirigentes con verdaderas dotes de liderazgo son capaces, incluso en las peores circunstancias, de conducir al pueblo al que han de servir. Pero la percepción de la falta de previsión, la improvisación que no hace sino poner de manifiesto que había poco preparado, la torpeza a la hora de tomar decisiones sobre la marcha, etc., no hacen sino aumentar aún más esa tensión.

Toda esta tensión y violencia retenidas tenderán a incrementarse cuando pase la crisis propiamente sanitaria. Entonces nos encontraremos con gran número de cierres de empresa, centenares de miles de parados, actividades económicas reducidas a su mínima expresión, un Estado exhausto financieramente y sin capacidad para dar una respuesta a la altura; con unas generaciones jóvenes que irán perdiendo la expectativa de tener una vida al menos como la de sus padres y creciendo en ellas la convicción de que  será más pobre, que mucho de lo que fue como natural para ellas pasará a ser solamente un recuerdo; con muchos conciudadanos con el dolor de haber perdido a alguien; acaso también con una situación política en la que algunos tendrán la tentación de mermar nuestras libertades; con una situación geopolítica distinta e incierta, en la que el mundo surgido después de la última de las guerras mundiales habrá desaparecido y pese sobre todos la posibilidad de que la hegemonía la tenga una potencia tiránica.

Entonces, en algún momento, la violencia podrá estallar. Y, como tantas veces en la historia, se encontrará un chivo expiatorio al que apedrear, sobre el cual descargar la rabia. Ese puede ser cualquier grupo social o persona de alguna relevancia, pues en todos se puede encontrar bien una culpa bien alguna responsabilidad no inmaculadamente sostenida. ¿Qué o quién será nuestra mujer adúltera? ¿Hay ya quien esté empezando a señalar a alguna?

Recojamos las piedras, pero no para descargar la violencia, sino para renunciar a la agresión. Usemos nuestra energía para que dé un giro el rumbo errático que llevamos y poder sacar a flote la barca que zozobra.

Jesús, el único sin culpa, no condenó a aquella mujer y la invitó a cambiar. Tiempo después, toda la violencia, todo el mal del mundo descargaron sobre Él.


@GlosasM

domingo, 29 de marzo de 2020

Jn 11,1-45. Pedir un milagro






1Había caído enfermo un cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana. 2María era la que ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera; el enfermo era su hermano Lázaro. 3Las hermanas le mandaron recado a Jesús diciendo: «Señor, el que tú amas está enfermo». 4Jesús, al oírlo, dijo: «Esta enfermedad no es para la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella». 5Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. 6Cuando se enteró de que estaba enfermo se quedó todavía dos días donde estaba. 7Solo entonces dijo a sus discípulos: «Vamos otra vez a Judea». 8Los discípulos le replicaron: «Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y vas a volver de nuevo allí?». 9Jesús contestó: «¿No tiene el día doce horas? Si uno camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; 10pero si camina de noche tropieza, porque la luz no está en él». 11Dicho esto, añadió: «Lázaro, nuestro amigo, está dormido: voy a despertarlo». 12Entonces le dijeron sus discípulos: «Señor, si duerme, se salvará». 13Jesús se refería a su muerte; en cambio, ellos creyeron que hablaba del sueño natural. 14Entonces Jesús les replicó claramente: «Lázaro ha muerto, 15y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis. Y ahora vamos a su encuentro». 16Entonces Tomás, apodado el Mellizo, dijo a los demás discípulos: «Vamos también nosotros y muramos con él». 17Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. 18Betania distaba poco de Jerusalén: unos quince estadios; 19y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por su hermano. 20Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa. 21Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. 22Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá». 23Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». 24Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección en el último día». 25Jesús le dijo: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; 26y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?». 27Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo». 28Y dicho esto, fue a llamar a su hermana María, diciéndole en voz baja: «El Maestro está ahí y te llama». 29Apenas lo oyó, se levantó y salió adonde estaba él: 30porque Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que estaba aún donde Marta lo había encontrado. 31Los judíos que estaban con ella en casa consolándola, al ver que María se levantaba y salía deprisa, la siguieron, pensando que iba al sepulcro a llorar allí. 32Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano». 33Jesús, viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban, se conmovió en su espíritu, se estremeció 34y preguntó: «¿Dónde lo habéis enterrado?». Le contestaron: «Señor, ven a verlo». 35Jesús se echó a llorar. 36Los judíos comentaban: «¡Cómo lo quería!». 37Pero algunos dijeron: «Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que este muriera?». 38Jesús, conmovido de nuevo en su interior, llegó a la tumba. Era una cavidad cubierta con una losa. 39Dijo Jesús: «Quitad la losa». Marta, la hermana del muerto, le dijo: «Señor, ya huele mal porque lleva cuatro días». 40Jesús le replicó: «¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?». 41Entonces quitaron la losa. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado; 42yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado». 43Y dicho esto, gritó con voz potente: «Lázaro, sal afuera». 44El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: «Desatadlo y dejadlo andar». 45Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.


Desde la curación de la suegra de Pedro postrada en cama hasta la resurrección de Lázaro, hay un crescendo en los Evangelios; entremedias la niña que acaba de morir y el hijo de la viuda de Naím a quien llevaban ya al cementerio. Pero todo esto no hace sino apuntar a la propia resurrección de Jesús, que no fue como las otras, pues aquéllos volvieron a tener una vida mortal.

Con la modernidad ha habido también una crecida en la corriente, pero, en este caso, de increencia en los milagros,   debida principalmente a filosofías e ideologías que en sí mismas los hacían incoherentes con ellas; por cierto, también es frecuente en muchas corrientes de pensamiento la imposibilidad de la libertad del hombre en pura coherencia con los postulados de que parten.

Para muchos Dios ha muerto, para otros es imposible saber de Él, a otros les resulta ajeno o irrelevante para la historia, no pocos sedicentes cristianos no creen en los milagros. Los relatos milagrosos de Jesús tratarían de ser explicados de muchas maneras, desde una reducción a causación natural hasta su confinamiento en género literario mítico; bajo ese manto, tratarían de decirnos algo.

En medio de la pandemia, muchos sanitarios, miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad, trabajadores imprescindibles,... son enviados al frente de combate sin suficientes garantías para no contraer la enfermedad. Están en manos del azar. ¿Por qué no ponerlos en manos de Dios? ¿Por qué no pedir para ellos un milagro? Y otras muchas situaciones, empezando por los enfermos, a las que la ayuda divina no les iría mal.

Muchos muertos y enfermos hubo en tiempos de Jesús, muchos más antes y después, solamente reanimó unos pocos cadáveres. Pero esos pocos volvieron a la vida. Cuando uno se pone ante los milagros, se pone ante el poder de Dios, también ante el misterio de su libertad.

@GlosasM

sábado, 28 de marzo de 2020

Jn 7, 40-53. Ganar el relato






40Algunos de entre la gente, que habían oído los discursos de Jesús, decían: «Este es de verdad el profeta». 41Otros decían: «Este es el Mesías». Pero otros decían: «¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? 42¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?». 43Y así surgió entre la gente una discordia por su causa. 44Algunos querían prenderlo, pero nadie le puso la mano encima. 45Los guardias del templo acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos, y estos les dijeron: «¿Por qué no lo habéis traído?». 46Los guardias respondieron: «Jamás ha hablado nadie como ese hombre». 47Los fariseos les replicaron: «¿También vosotros os habéis dejado embaucar? 48¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? 49Esa gente que no entiende de la ley son unos malditos». 50Nicodemo, el que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo: 51«¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?». 52Ellos le replicaron: «¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas». 53Y se volvieron cada uno a su casa.


En torno a Jesús hay personas que tienen interés en la verdad, que buscan sinceramente, que están abiertos a quién sea realmente. Pero también hay gente que está encerrada en su visión, en su interpretación de la realidad, más interesada en su ideología que en la verdad. Y éstos defienden su mundo a costa de lo que sea, sin importar hacer uso de lo que sea para construir un relato con el que dar apariencia de verdad y, a la par, que quede oculta bajo él la verdad.

En la pandemia, tenemos abiertos muchos frentes. El más urgente e inmediato es el sanitario, pero también están el económico y el político, incluso el geoestratégico. En cada uno de ellos, está en juego algo propio de él. En el primero, la cuestión es de vida o muerte; en lo económico, la vida de las familias de aquí en adelante, incluso su subsistencia; políticamente, las libertades; geoestratégicamente, acaso nos estemos jugando que la hegemonía pase a manos de una tiranía oriental. Pero, en todos ellos, también importan otras cosas, entre ellas, la verdad.

Siempre que se trata de la verdad se trata de Jesús, porque Él es la Verdad. Cuando se pretende ocultarla, se trata, en el fondo, de ocultarle a Él. Si se trata de ganar el relato, en vez de alcanzar la verdad, de lo que se está hablando es de inventar un cuento para que no se le vea a Él.

La lucha por la verdad, por que no se tergiverse, por tratar de que nuestros conciudadanos no sean engañados, el empeño y esfuerzo por sacar a la luz lo que otros tratan de ocultar es también situarse en la primera linea evangelizadora.

Quien trata de manipular, quien procura tergiversar, quien se empeña en distraer la mirada, en el fondo, aunque sea oscura e indiscernidamente, sabe que hay una verdad, sabe que «jamás ha hablado nadie como ese hombre», pero se resiste a renunciar a las posiciones que hasta ahora tenía, porque le aportan comodidad, porque no quiere perder esa ventaja que cree tener o incluso quiere obtener más.

Querer la verdad es querer buscarla desnudamente y darla.

@GlosasM

viernes, 27 de marzo de 2020

Jn 7,1-2.10.25-30. Abiertamente






1
Después de estas cosas, recorría Jesús Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. 2Se acercaba la fiesta judía de las Tiendas. […] 10Una vez que sus hermanos se hubieron marchado a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas. […] 25Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron: «¿No es este el que intentan matar? 26Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que este es el Mesías? 27Pero este sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene».28Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó: «A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino que el Verdadero es el que me envía; a ese vosotros no lo conocéis; 29yo lo conozco, porque procedo de él y él me ha enviado». 30Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora.

A pesar de la persecución, Jesús hablaba abiertamente en Jerusalén. Nosotros no podemos ahora, por el confinamiento en el hogar, hablar en medio de una multitud como la que se congregaba, en aquel entonces, al principio del otoño para celebrar la fiesta de las Tiendas (סוכות, sukkōt), pero contamos con muchos medios, que hasta hace poco no había, para poder hablar abiertamente, "en-red-ados" socialmente.

En este tiempo, en que están pasando cosas tan terribles, no podemos callar. No solamente tenemos que dar una palabra de consuelo al que sufre o un consejo al que duda en medio de una decisión difícil, tenemos que leer, a la luz del Evangelio, lo que está ocurriendo y hablar.

Hablar abiertamente supone no autocensurarse, no dejarse maniatar  o "boquiatar" por el miedo. Pero hablar abiertamente no significa soltar lo primero que se me ocurre o antoja, hablar abiertamente no es hacer de la boca un vehículo para descargar la ira y hacer daño a los demás o que sea excusa para dejar a la envidia campar a sus anchas.

Hablar abiertamente es una responsabilidad, porque tenemos que dar una respuesta a tantas interrogantes que se nos abren ahora en todos los órdenes de la vida, desde el personal hasta el político y geo-estratétigo, y porque tenemos que darla no frívolamente, sino responsablemente.

Esa responsabilidad nos tiene que llevar, en la medida de nuestras posibilidades y capacidad, a informarnos, a reflexionar, a meditar, tanto en el sentido intelectivo como oracional, a contrastar con otros y a dar información veraz o nuestra opinión ponderada, sabiendo distinguir lo uno de lo otros.

Hablar abiertamente a la hora de dar nuestra opinión requiere tener la humildad de saber que es solamente eso, nuestra opinión y que, por tanto, puede estar equivocada y ha de rectificarse llegado el caso.

Hablemos abiertamente y a tiempo. El amor pasa también por ahí, por ayudar a sacar adelante un momento de urgencia sanitaria, sacar adelante una muy grave crisis económica, ordenar un futuro social incierto, clarificar hacia dónde tiene que orientarse la política, corregir errores de nuestros dirigentes y prevenir cualquier torpeza o tentación de los actores políticos.

Hablemos abiertamente... y también oigamos.

jueves, 26 de marzo de 2020

Jn 5,31-47. Una vida de verdad







31«Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. 32Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es verdadero el testimonio que da de mí. 33Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio en favor de la verdad. 34No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. 35Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz. 36Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado. 37Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su rostro, 38y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no lo creéis. 39Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, 40¡y no queréis venir a mí para tener vida! 41No recibo gloria de los hombres; 42además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros. 43Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ese sí lo recibiréis. 44¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios? 45No penséis que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. 46Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. 47Pero, si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?».


Los testimonios sobre Jesús, el del Padre en sus obras y el de las Escrituras, no son creídos y Él rechazado. Pero lo que le preocupa es lo que esto supone para quienes no lo acogen: «¡Y no queréis venir a mí para tener vida!».

¿Acaso no vivimos todos? ¿No tenemos todos una vida? Sí, todos vivimos, aunque esa vida, que en común tenemos con los otros seres vivos, esté ahora seriamente amenazada por un virus. Pero los hombre, además de vivir, tenemos una vida. Tener una vida es algo que tenemos en común con los demás seres humanos, pero esa vida la tenemos por hacer al nacer y cada uno la va configurando de distinta manera.

Pues bien, esa vida está puesta en cuestión también. Podemos tener la idea de que ese estar puesta en cuestión lo es solamente en un paréntesis, que luego podré retomar mi vida. Pero, si mi vida puede ser puesta entre paréntesis, ¿no será que es poca vida? Es más, si esa vida está amenazada por el término de la otra, ¿hasta qué punto es vida?

Esa vida no es la profesión sin más, pues una misma lo puede ser en función de muy diversos fines. Uno puede ejercer su profesión simplemente para ganar dinero, otro por el prestigio que le reporta, aquél porque no tiene más remedio, habrá quien la ejercerá por el gusto que encuentre en ella, etc.

Todos nuestros quehaceres están en función de un fin último. Pues bien, ese fin último será el que defina cuál sea nuestra vida, será aquello de lo que en última instancia podremos decir: "Mi vida es...". Aquello a lo que verdaderamente podremos decir: "Tú eres mi vida".

Y aquello para lo que vivimos esperamos que revierta sobre nosotros plenificando nuestra existencia. Aquello en que ponemos el sentido de nuestro vivir es aquello de lo que esperamos que nos dé sentido, que haga que nuestra vida merezca la pena ser vivida.

Lo que le preocupa a Jesús es que tenemos vidas que, de momento, parece que van dando el pego, que, de momento, parecen tener sentido y satisfacernos. Pero los hombre, que tenemos querencia a ser siempre y a ser más, no podemos satisfacernos con cualquier cosa, no podemos conformarnos con sucedáneos de vida, menos aturdirnos para no sentir que, en el fondo, esa vida que traigo entre manos es de mentira, es de pega.


Sólo una vida a la que nada pueda poner entre paréntesis, que no pueda ser amenazada por la muerte, solamente ésa puede ser llamada propiamente vida. Sólo una que satisfaga esa querencia a ser siempre y a ser más es la única que merece la pena ser vivida. Es la que ofrece Jesús y es Él mismo.

@GlosasM

miércoles, 25 de marzo de 2020

Lc 1,26-38. Carne débil







 26En el mes sexto, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, 27a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. 28El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». 29Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. 30El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. 31Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. 32Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; 33reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin». 34Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?». 35El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. 36También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, 37porque para Dios nada hay imposible». 38María contestó: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel se retiró.


Este año nos toca celebrar el día de la Encarnación de una manera totalmente inusual. Nosotros, que siempre queremos ser más fuertes y rehuimos la flaqueza, sintiéndonos estos días especialmente débiles, celebramos que el Fuerte quiso hacerse débil.

La vida de Jesús es una vida de debilidad, como la de todos sus contemporáneos. Incluso los más poderosos de aquel tiempo tenían una vida mucho más frágil que la nuestra, cuánto más los que estaban al margen.

Nosotros que nos sentíamos tan fuertes y seguros, que pisábamos con cierta certidumbre el camino hacia nuestro futuro, que incluso planeábamos, dando muestra de poder sobre nosotros, un final autodecidido sin dolor ni sufrimiento, aun a costa de adelantar la gran debilidad que es la mortalidad, nos topamos con una debilidad sobrevenida e inesperada. Una fragilidad que, pese a lo maravilloso que es el hombre, tanto varón como mujer, nos recuerda que también somos radicalmente debilidad: maravilla débil, debilidad maravillosa.


El Fuerte eligió la debilidad y vivió como los más débiles, una vida que muestra que hay un amor para el que no es obstáculo la debilidad.

La debilidad del que teme estar contagiado no es barrera para amar divinamente. La debilidad del enfermo no impide poder amar así. La impotencia del que no puede hacer nada ni siquiera estar al lado del ser querido que se está muriendo es obstáculo para seguir amando. El miedo de médicos, enfermeros, auxiliares, etc. a quedar contagiados no es freno para seguir amando. La desnudez e indefensión en que unos dirigentes imprevisores, negligentes y tal vez mendaces han dejado a tantos servidores y trabajadores no es impedimento para seguir amando. La imposibilidad de salir a la calle no hace imposible amar.

El hombre tiene querencia a ser siempre y ser más, pero ese apetito solamente es auténtico si no niega la debilidad, si es fiel a ella.

Dentro de nueve meses celebraremos la Navidad.


@GlosasM

lunes, 23 de marzo de 2020

Jn 5,1-3.5-16. Aunque te persigan







1Después de esto, se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. 2Hay en Jerusalén, junto a la Puerta de las Ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Esta tiene cinco soportales, 3y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos. [...] 5Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. 6Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice: «¿Quieres quedar sano?». 7El enfermo le contestó: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado». 8Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y echa a andar». 9Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar. Aquel día era sábado, 10y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano: «Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla». 11Él les contestó: «El que me ha curado es quien me ha dicho: “Toma tu camilla y echa a andar”». 12Ellos le preguntaron: «¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?». 13Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, a causa del gentío que había en aquel sitio, se había alejado. 14Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice: «Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor». 15Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado. 16Por esto los judíos perseguían a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado. 


Aunque lo persigan por ello, Jesús hace el bien también en sábado y dice: «Levántate, toma tu camilla y echa a andar». Y nos lo dice a nosotros. Tomemos nuestra camilla y andemos, hagamos el bien también en tiempo de pandemia.

Los sanitarios hacen el bien, aunque corran riesgo de ser contagiados. Los policías, guardias civiles, militares... hacen el bien, aunque corran riesgo de ser contagiados. Los que trabajan en las redes de distribución, los camioneros llevando alimentos, mascarillas, etc. de un lugar a otro hacen el bien, aunque corran riesgo de ser contagiados. Quienes trabajan en los supermercados, farmacias, etc. hacen el bien, aunque corran riesgo de ser contagiados. Y mucha más gente hace el bien, aunque corra riesgo de ser contagiada.

¿Y los demás? Todos podemos hacer mucho bien en una pandemia. Para empezar, quedándonos en casa, tomando todas las medidas de precaución necesarias, cuidándonos y cuidando a los de alrededor. Aprovechando el tiempo para crecer interiormente y en amor a los demás. Tiempo para orar y ayunar por los que arriesgan su vida por nosotros.

Pero una pandemia, por mucha reclusión que haya, no es tiempo para dejar de ser ciudadanos. Hacer bien no es inhibirse de los problemas de la nación. Hacer bien es estar atentos a los gobernantes, también para vigilarlos y que no caigan en la tentación de abusar del poder o de la negligencia. Hacer bien es estar vigilantes a que nadie aproveche este tiempo para que nuestras libertades sean mermadas, especialmente para que no se cercenen los derechos de los más débiles. Tiempo para no ser tontos y no dejarse manipular por algunos medios de comunicación, para no tragarse los bulos y hacerlos circular. Tiempo para difundir la verdad, tiempo también para denunciar, si fuera necesario.

Tiempo para hacer el bien de otras muchas maneras. La enumeración podría ser inacabable. Hacer el bien aunque te persigan o te persiga una enfermedad... pero con las precauciones necesarias.

«Levántate, toma tu camilla y echa a andar».

@GlosasM