lunes, 23 de marzo de 2020

Jn 4,43-54. Maravilla de posibilidad







43Después de dos días, salió Jesús de Samaría para Galilea. 44Jesús mismo había atestiguado: «Un profeta no es estimado en su propia patria». 45Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta. 46Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. 47Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verlo, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose. 48Jesús le dijo: «Si no veis signos y prodigios, no creéis». 49El funcionario insiste: «Señor, baja antes de que se muera mi niño». 50Jesús le contesta: «Anda, tu hijo vive». El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. 51Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo vivía. 52Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron: «Ayer a la hora séptima lo dejó la fiebre». 53El padre cayó en la cuenta de que esa era la hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vive». Y creyó él con toda su familia. 54Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.


Todos queremos que nuestros seres queridos vivan y nosotros también queremos seguir viviendo. La cercanía de la muerte, ahora la palpamos, nos aviva este deseo. Pero, ¿cómo queremos vivir y que vivan? Queremos que vivan bien, que vivan cómodamente, que vivan seguros, que disfruten de la vida,... incluso que vivan espontáneamente sin esa carga insoportable que es la responsabilidad, que vivan a su antojo sin consecuencias. Querer vivir es siempre querer algún tipo de vida.

Queremos salir de la pandemia. Pero, ¿ para qué? Podemos tener la pretensión de que esto sea solamente un paréntesis horroroso, que acabe cuanto antes, para poder seguir como hasta ahora. A pesar de lo hueros y efímeros que muchos tipos de vida se han mostrado ante lo que los desborda mostrando su desnudez. Cuántas veces llega la riada y, pese a llevarse la casa por delante, muchos se siguen empeñando en seguir construyéndola del mismo modo.

Quiero vivir, pero no de cualquier modo. Quiero vivir eternamente. No simplemente vivir indefinidamente sin término más allá de la muerte, sino vivir con plenitud divina para siempre. Según cómo sea la vida que queramos así viviremos. Pero, ¿podemos vivir así?

Hay muchos modelos de vida que no dan más de sí porque se saben incapaces de más y, entre lo pasajero y limitado que brinda este mundo, se escoge entre lo que parece mejor o menos malo o menos doloroso o más placentero o... ¿Y si no fuera así?

Este es el segundo signo que hizo Jesús. Y este signo apunta a que hay alguien más, que hay algo más, que el hombre no ha de conformarse con su incapacidad para lo que lo desborda. Locura ciertamente si no hubiera quien te lo hiciera posible, posibilidad maravillosa que se nos oferta.

@GlosasM

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