jueves, 7 de mayo de 2020

Jn 13,16-20. Otra bienaventuranza




16En verdad, en verdad os digo: el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. 17Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica. 18No lo digo por todos vosotros; yo sé bien a quiénes he elegido, pero tiene que cumplirse la Escritura: “El que compartía mi pan me ha traicionado”. 19Os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que yo soy. 20En verdad, en verdad os digo: el que recibe a quien yo envíe me recibe a mí; y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado».

Tras el lavatorio de los pies, Jesús les dice esto a sus discípulos. No somos más que Él.

Él es el que nos envía y, sin embargo, obra como el enviado del Padre. Nosotros somos sus siervos, no obstante, Él ocupa el lugar del esclavo. No podemos vivir como si fuéramos amos, siendo siervos, ni pretender ser los mandantes cuando no pasamos de ser mandatarios. Pero la soberbia nos lleva por otros caminos.

Tal vez esta situación pandémica sería una buena ocasión para resituarnos. Todo lo bueno que hayamos hecho estos días ante las necesidades que esta encrucijada nos demandaba, ¿desde dónde lo hemos estado haciendo? ¿Cómo enviados? ¿Cómo siervos?

Un buen indicio de donde estamos es nuestra ira. Cuando se frustra lo que intentábamos hacer, ¿por qué perdemos los estribos? Quien se siente amo de la realidad, se enfada porque la realidad no responde a lo que él quiere, especialmente los demás. A quien obra como quien envía y no como el enviado, le frustra chocar con las voluntades de los demás.

He aquí otra de las bienaventuranzas del Evangelio, el que lava los pies como enviado y como siervo es dichoso.

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