viernes, 15 de mayo de 2020

Jn 15,1-7. O pámpanos o uvas





1Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. 2A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. 3Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; 4permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. 5Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. 6Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. 7Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.

Todo sarmiento necesita que lo despampanen, que le quiten esos tallos en los que se va la fuerza en dar mucho follaje y en detrimento del fruto futuro. Y a todos nosotros se nos va la fuerza en muchas cuestiones secundarias, que no es que sean malas, como las hojas de una vid que son bonitas, pero cuyo exceso merma los racimos.

De esto, sin duda, sabía S. Isidro y mejor lo podría explicar que yo. Pero lo sabía no solamente en el sentido de la viticultura, sino también en el sentido humano y del discípulo.

Muchos tenemos excesos en nuestra vida, no me refiero a cosas malas ahora. A muchos nos sobra lastre más que de sobra de cosas buenas secundarias en las que se nos va la fuerza y nos frena para los bienes mayores. Algo por ser bueno no tiene por qué imponerse hegemónicamente. Hay bienes mayores y menores y entre todos hay una jerarquía. Fuera de ahí, lo que tenemos es el desorden del bien, que es un modo de mal. Acaso el mal más corriente.

En este tiempo en el que a los que no les ha tocado en el lote de la existencia una vida adversa, una de ésas de las que todos huyen, les ha podido tocar vivir ahora un momento para descubrir cuál es la jerarquía de la vida. Una época para que el dueño de la viña nos despampane y, entre otras cosas, nos haga descubrir que un bien importante en la vida, por el que merece la pena prescindir de muchos bienes menores, son los desafortunados.

Uno de los racimos buenos de la viña es prestar atención al que, más que uno mismo, necesita. Vamos a tener muchas ocasiones para que demos esas uvas de amor, frutos de vida eterna.


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