lunes, 13 de abril de 2020

I - Jesús resucitado conquista la vida verdadera. Mt 28,1-2



Pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana, fueron María la Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. Y de pronto tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del Señor, bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra y se sentó encima.


El primer día ya no porque con él empiece la cuenta de una nueva semana, es el primer día en que comienza a caminar la historia con la novedad no del pecado con la que quedó marcada tras Adán, sino la de la gloria de la resurrección de Jesús, es primer día para una creación que había sido penosamente gravada con la desobediencia del hombre y ahora refulge de alegría con la victoria de Cristo.

La vida verdadera ha sido conquistada por Jesús, su cuerpo destruido por las torturas y muerto ha sido glorificado en su resurrección. Su cuerpo frágil y pequeño ha atravesado la limitación de este mundo.

Una tumba cerrada se encuentran las dos Marías. Todos los sepulcros están cerrados no simplemente por una piedra, sino por estar cerrada una vida por la muerte. Pero la tumba de Jesús estaba cerrada aquella mañana solamente por una piedra: estaba vacía. El ángel corre la piedra para hacerles patente lo que ha ocurrido, Jesús ya no está entre los muertos, ha resucitado.

Las limitaciones de tiempo y espacio, las limitaciones históricas, las limitaciones humanas obturan la entrada para que veamos que la tumba está vacía. Necesitamos que nos ayuden a poder ver más allá, que un ángel nos corra las piedras que cierran nuestra visión para que nos demos plenamente cuenta de que la tumba de Jesús está vacía, de que estamos nosotros también en el primer día.

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