sábado, 25 de abril de 2020

Mc 16,15-20. Sin daños




15Y les dijo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. 16El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado. 17A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, 18cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos». 19Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios. 20Ellos se fueron a predicar por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.


A veces resulta difícil entender la Biblia. Les decía el Señor a los discípulos al enviarlos que aunque beban un veneno éste no les hará daño. Ésta es una de las señales que acompañarán a quienes crean.

Son muchas las personas que han ayudado a los demás en esta pandemia y han resultado infectadas, incluso muertas como consecuencia de la labor buena que estaban haciendo. Algunos de ellos serían creyentes. Es verdad que no han bebido ningún veneno, pero han recibido un daño por hacer el bien. En cualquier caso, el impacto de esta tremenda realidad de muertes con este texto nos choca... incluso hasta a alguno le pueda escandalizar o decepcionar.

El mayor problema que tenemos al entender las Escrituras es la mentalidad con la que vamos a leerlas. El choque de la realidad con la interpretación que hayamos hecho, que suele ser la proyección de nuestro modo de ver la realidad sobre la Biblia, nos deja noqueados.

Este choque, de entrada, resquebraja en alguna medida nuestro visión anterior y, por ello, abre ante nosotros un ramillete de sendas por las que transitar, desde el rechazo hasta una conversión más profunda.

Una de las mejores cosas que nos puede pasar leyendo la Biblia es que ésta nos escandalice, porque esto es un paso en eso que Jesús nos pide para seguirlo: negarnos a nosotros mismos. Siempre que la Escritura nos escandalice nos está diciendo que a algo tenemos que renunciar: a los moldes en que queremos meter a Dios, a las gafas con que la estamos leyendo.

La clave de interpretación de todas la Escritura es el amor de Dios, el amor crucificado de Dios. Aunque bebas un veneno, podrás seguir obrando como Cristo en la Cruz. Si crees, nada podrá dañarte, nada podrá quitarte la caridad, nada podrá impedir que sigas amando hasta a tus enemigos.

Ésta es la gran señal que acompañará a los creyentes: el amor divino.

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