martes, 14 de abril de 2020

II - Su sepulcro vacío muestra que Jesús ha vencido a la muerte. Mc 16,1-6




Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras: «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?». Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y quedaron aterradas. Él les dijo: «No tengáis miedo. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? Ha resucitado. No está aquí. Mirad el sitio donde lo pusieron.


Marcos y Lucas hablan genéricamente de aromas. En esta palabra en el corazón del oyente de la Palabra resuena el rico aroma de nardo con que María, antes de su pasión, ungió a Jesús, pero también la mirra con que unos Magos de Oriente lo reconocieron al poco de nacer. Por usarse ésta para el embalsamamiento, la tradición ha llamado a estas mujeres miróforas, las que portan la mirra.

Iban al sepulcro de Jesús con una expectativa, con la de unas buenas y piadosas mujeres. Iban a hacer lo que hubiera hecho cualquier persona buena: enterrar dignamente a alguien. Su piedad solamente daba para embalsamar. Pero sus expectativas quedan rotas. La tumba está vacía. No encuentran el cadáver sobre el que hacer lo que esperaban y querían hacer.

Solemos ir a los acontecimientos de muerte que nos salen al paso con nuestras expectativas. Lo cierto es que, a pesar de lo mucho que los hombres somos capaces de hacer, a lo más que llegamos es a embalsamar, no somos propiamente fuente de vida.

Solamente da verdadera vida Jesús y Él no está en el lugar de los muertos. Aunque mejor habría que decir que allí brilla por su ausencia, que es el modo en que está ahí presente.

En la muerte con que nos podemos encontrar, y ésta se da en muchas formas en nuestra vida, también hay algo que nos recuerda que ahí, en el lugar de los muertos, no está Jesús, pero que, si miramos ese vacío, esa ausencia, podemos encontrar que ha Resucitado y lo ha hecho para todos y para todo.

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