miércoles, 8 de abril de 2020

Mt 26,14-25. Aquí y ahora



14Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes 15y les propuso: «¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?». Ellos se ajustaron con él en treinta monedas de plata. 16Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo. 17El primer día de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?». 18Él contestó: «Id a la ciudad, a casa de quien vosotros sabéis, y decidle: “El Maestro dice: mi hora está cerca; voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”». 19Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. 20Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. 21Mientras comían dijo: «En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar». 22Ellos, muy entristecidos, se pusieron a preguntarle uno tras otro: «¿Soy yo acaso, Señor?». 23Él respondió: «El que ha metido conmigo la mano en la fuente, ese me va a entregar. 24El Hijo del hombre se va como está escrito de él; pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!, ¡más le valdría a ese hombre no haber nacido!». 25Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: «¿Soy yo acaso, Maestro?». Él respondió: «Tú lo has dicho».



A pesar de los distintos anuncios de la Pasión, sin percatarse de lo que estaban diciendo, los discípulos le preguntaron a Jesús: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?». No podían ni atisbar que en aquella cena iba a instituir la Eucaristía, el memorial de su misterio Pascual, y el sacerdocio de la Nueva Alianza, que les iba a lavar los pies y nos daría ahí el mandamiento del amor, que de allí partirían camino a la agonía de Getsemaní.

¡Quién nos iba a decir a nosotros, al comenzar la cuaresma, dónde quería el Señor que le preparáramos este año la cena de Pascua!¿Quién se da totalmente cuenta de lo que es esa cena de Pascua por más que la hayamos celebrado año tras año? Porque solamente se conoce en la medida en que se entra en comunión con el misterio.

Jesús siempre quiere que le preparemos la cena de Pascua en el mismo lugar: aquí y ahora. No allí y entonces. Quiere celebrar con nosotros en la realidad.

Los israelitas en el exilio de Babilonia echaban de menos el templo y sus sacrificios y, sin embargo, aquel despojo fue un acto de amor de Dios para desnudarlos, para liberarlos de muchas de sus esclavitudes. Allí su modo de adorar a Dios se vio purificado.

Este año, sin duda, añoraremos todo lo que rodeaba nuestra Semana Santa, las de antaño: ¡la pandemia nos ha quitado tanto! Y no solamente lo que las rodeaba. Pero también nos puede poner al descubierto muchas otras que estaban veladas.

La imposibilidad para muchos, muchísimos en todo el planeta, de participar en las celebraciones litúrgicas, de comulgar, de confesar sus pecados,... puede descubrir intensamente el don, que todo eso es gracia, que es un regalo que tantas veces oculta como tal lo usual, la cotidianidad, el tenerlo a nuestro alcance a diario.

La ausencia, siempre una forma de presencia, puede despertar en nosotros el deseo al punto de convertirlo en ardiente pasión. La ausencia puede llevarnos a querer despojarnos también de otros lastres que nos acompañan, tantas imágenes falsas de Jesús que nos creamos a nuestro antojo, y dar lugar a buscar en verdad su rostro, que ahora podemos sentir como ausente.

La lejanía en destierro no en Babilonia, sino pandémico, puede ser ocasión para suplicar el don de la verdadera cercanía, del encuentro personal, íntimo, directo, más allá de nuestras interpretaciones, formas e inercias.

La pandemia nos puede quitar muchas cosas, pero no puede quitarnos su misericordia. ¿Dónde prepararle la cena de Pascua? Aquí y ahora, este año en medio de la pandemia.

@GlosasM

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