domingo, 18 de octubre de 2009

Antífona de comunión TO-XXIX.1/Salmo 33 (32),18s


Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre (Sal 33,18s).
La comunión es una relación interpersonal, un encuentro con Alguien. En el contexto eucarístico, lo que sería originalmente una metáfora antropomórfica cobra un realismo inigualable: Jesús mira a sus fieles con ojos humanos. Esta antífona nos abre a una oración eucarística de gran profundidad: dejarse mirar por Él. En los distintos momentos que el celebrante muestra el cuerpo de Cristo para la adoración de los fieles, podemos no solamente mirar a Alguien, sino ser mirados por Él; no pensar que me mira, no imaginármelo, no recordar estas afirmaciones, sino activamente ser mirado. Porque las acciones que recibimos de los demás las podemos acoger activa o pasivamente. Cuando alguien me mira, puedo ignorar su mirada, puedo esconderme de ella, puedo no saber que lo hace o bien puedo dejar que me mire, puedo desnudarme ante su mirada, puedo abrirme del todo para que clave sus ojos en el fondo de mi ser, puedo dejar que su mirar acaricie mis más hondas heridas, puedo dejar que me atraiga hacia sí,...

Sus ojos están puestos en quienes esperan en su misericordia. Este dejarse mirar es secundar su iniciativa. El creyente, en mayor o en menor medida, ha tenido experiencia ya de la bondad divina, sabe por la fe de la salvación que viene de la Cruz. Y todo saber de Dios es una pregustación en la que somos abiertos a la esperanza. En su don, Dios no solamente se nos da, sino que nos asegura que se nos seguirá dando. El que ha recibido la misericordia de Dios espera seguir siendo agraciado por la fidelidad divina a sus promesas.

Jesús nos ha alimentado en tiempos de hambre y seguimos esperando que lo haga. Nuestra historia personal está marcada por el hambre de divinidad y, mientras no lleguemos a la patria celeste, nuestra vida es un peregrinar hacia la visión beatífica. En este éxodo, quien me mira me alimenta de divinidad y me promete: "El que viene a mí no pasará hambre. (...) Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en Él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día" (Jn 6,35.40).

1 comentario:

zaqueo dijo...

"...puedo dejar que su mirar acaricie mis más hondas heridas, puedo dejar que me atraiga hacia sí,..."

SIEMPRE en su presencia, siempre bajo su mirada...