¿Qué es ser como un niño para poder entrar en el Reino de Dios? De nuevo nos encontramos con una respuesta apofática, al igual que en el pasaje del domingo anterior en que unos fariseos interrogaban a Jesús. Hoy un joven rico nos da ocasión de conocer qué no es ser como un niño. Y es ya significativo el que se explicite por antítesis, apofáticamente. ¿No será porque de lo que se trata es del camino de la divinización?
La escena de hoy nos la presenta S. Marcos con un esquema similar. Alguien que no pertenece al círculo de los discípulos entra en contacto con Jesús, tras lo cual, Él aprovecha para dar una enseñanza a los que ya lo siguen. Hoy tenemos a un personaje que cumple con los mandamientos que tienen que ver directamente con el prójimo y que, sin embargo, está insatisfecho; siente que le falta algo. ¿Qué será?
Lo que está en juego es el cumplimiento de los mandamientos que hacen referencia directa a Dios. Y esto pasa por la relación que se tenga con Jesús. El amor a Dios, el no hacerse ídolos, el no tomar su nombre en vano, el santificar las fiestas pasan por ese rabino de Nazaret. ¿Por qué llamarle bueno, si sólo lo es Dios? Ese joven al llamarle así está rozando la santificación del nombre de Dios; Jesús le pregunta para que llegue a explicitar lo que parece intuir oscuramente en su saludo.
Sobre la base moral insuficiente -no basta sentirse bien ni siquiera hacer el bien, hay que ser bueno a semejanza del único bueno-, precisa dar un solo paso, que Dios sea su única riqueza. Pero su corazón -¿sólo el suyo?- confía en las riquezas. (v. 24) "¿Entonces quién puede salvarse?" Ese paso que falta dar es un imposible, el hombre no puede saltar hasta Dios. Pero Él lo puede todo. No podemos subir hasta el cielo, pero el Hijo se ha hecho hombre.
El joven no es capaz de dar su dinero a los pobres porque Dios no es su única riqueza. Si de verdad Él es nuestro tesoro, nuestro corazón estará allí donde esté Él. Entonces en la necesidad de los otros veremos que está nuestra riqueza, la única que de verdad lo es.
La escena de hoy nos la presenta S. Marcos con un esquema similar. Alguien que no pertenece al círculo de los discípulos entra en contacto con Jesús, tras lo cual, Él aprovecha para dar una enseñanza a los que ya lo siguen. Hoy tenemos a un personaje que cumple con los mandamientos que tienen que ver directamente con el prójimo y que, sin embargo, está insatisfecho; siente que le falta algo. ¿Qué será?
Lo que está en juego es el cumplimiento de los mandamientos que hacen referencia directa a Dios. Y esto pasa por la relación que se tenga con Jesús. El amor a Dios, el no hacerse ídolos, el no tomar su nombre en vano, el santificar las fiestas pasan por ese rabino de Nazaret. ¿Por qué llamarle bueno, si sólo lo es Dios? Ese joven al llamarle así está rozando la santificación del nombre de Dios; Jesús le pregunta para que llegue a explicitar lo que parece intuir oscuramente en su saludo.
Sobre la base moral insuficiente -no basta sentirse bien ni siquiera hacer el bien, hay que ser bueno a semejanza del único bueno-, precisa dar un solo paso, que Dios sea su única riqueza. Pero su corazón -¿sólo el suyo?- confía en las riquezas. (v. 24) "¿Entonces quién puede salvarse?" Ese paso que falta dar es un imposible, el hombre no puede saltar hasta Dios. Pero Él lo puede todo. No podemos subir hasta el cielo, pero el Hijo se ha hecho hombre.
El joven no es capaz de dar su dinero a los pobres porque Dios no es su única riqueza. Si de verdad Él es nuestro tesoro, nuestro corazón estará allí donde esté Él. Entonces en la necesidad de los otros veremos que está nuestra riqueza, la única que de verdad lo es.
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