domingo, 22 de mayo de 2011

Strauss-Kahn y Cia.

Si bien la jornada electoral y la preocupante ocupación de plazas públicas, por cuanto pudieran ser el compás previo a la definitiva argentinización de España, puedan haber acallado en la opinión pública española el caso de D. Strauss-Kahn, voy a dedicarle una pequeña reflexión, pues no tiene poco de sintomático de una época.

Una determinada comprensión de la libertad ha llevado a entender que lo único reprensible en un político o en una persona con responsabilidades públicas sean los ilícitos penales y, en menor medida, los civiles y administrativos. Aunque no siempre es así; la corrupción, v. gr., tiene grados de tolerancia sociales, en bastantes casos, totalmente intolerables.

¿Pero quién nos gobierna, quién ejerce los cargos públicos? Sencillamente una persona. Lo cual quiere decir alguien no escindible de su configuración moral. Ni siquiera de una aspecto de ella, la llamada vida privada. ¿Es indiferente que un cargo público sea, por ejemplo, infiel a su mujer? A efectos penales indudablemente sí. Pero los ciudadanos no somos jueces de asuntos delictivos. Si alguien es infiel a su mujer o a su marido, al padre o a la madre de sus hijos, a la persona que ve y trata con más cercanía, ¿por qué voy a creer que va a ser fiel a las promesas que haya hecho a los votantes con quienes no trata casi nunca? Puede que sea un buen gestor, ¿pero es esto suficiente?

¿Se trata de buscar héroes morales? Ciertamente no, pero el umbral de tolerancia tal vez deberíamos configurarlo pensado en qué tipo de personas nos gustaría tratar, a quiénes abriríamos la puerta de casa y confiaríamos asuntos importantes de nuestra vida, qué le pediríamos a un compañero o jefe en una empresa difícil,... y, sobre todo, tener en cuenta que un cargo público siempre tiene un papel de ejemplo social.

Las personas públicas, por cuanto tienen relevancia social, indican e invitan a determinadas formas de ser, son un factor importante en la configuración de una sociedad. No son un elemento más en la mecánica de un Estado, sino que ejercen también el liderazgo social. Pero los responsables sociales son también reflejo de una sociedad, expresan lo que ésta vive. La sociedad hace a sus líderes y viceversa. Y los círculos viciosos sociales los rompen las decisiones de las personas que no se resignan a la inercia de lo peor y se determinan a ir con otros cambiando las cosas.

7 comentarios:

nerea dijo...

La reflexión es bastante buena, gracias.
Mas en le caso de un detenido, debemos de aplicar lo que jurídicamente llamamos el In dubio pro reo , existe pues lo que se llama en derecho la presunción de inocencia.
Por tanto, es inocente hasta que no se demuestre lo contrario.

Anónimo dijo...

Es exactamente lo que pienso! me gustaria que lo traduzca al francés; vivo en Francia y el grado de inmoralidad politica ha llegado también a la sociedad, a través de un largo lavado de cerebro que al parecer ya ha corrompido gran parte de esta sociedad (vivo en Francia y se de que hablo) . Es urgente llevar a cabo una re-evangelizacion social y moral es urgente volver a poner los puntos y comas a esta sociedad que ha perdido muchos valores...

Anónimo dijo...

Gracias por este compartir que el señor nos ilumine a todos a sabe dar respuesta acorde al evangelio

Anónimo dijo...

Gracias por este compartir que el señor nos ilumine a todos a sabe dar respuesta acorde al evangelio

MJ dijo...

A mi me recuerda a los casos de si puede enseñar religion catolica una persona que se divorcia, por ejemplo, evidentemente si puede enseñar coonocimientos pero no es consecuente en su vida con ellos.
haria mejor papel de ministro que algunos corruptos un preso?

Alcides Bergamota dijo...

Su comentario es indudablemente acertado al recordar una cuestión básica, una de tantas cuestiones básicas olvidadas, y el caso DSK da realmente para mucho. Tiene sin duda muchas facetas, pero no creo que sea la menor la que se refiere a la forma de entender el poder. Este señor es un poderoso. Un poderoso europeo, francés para más señas y en Francia gobierna, como en España, una casta política que allí es además burocrática, formada por altos funcionarios, que gozan en general de cierta impunidad en la medida en que el corporativismo les incita a protegerse unos a otros. DSK es además profesor, creo que el equivalente a catedrático, en economía. Tiene por tanto una formación técnica y también intelectual sólida. Además, es rico. No se si él directamente o su mujer. Todo un perfil: intelectual, profesor, político, burócrata, rico. Tiene además esa reputación terrible respecto a las mujeres. Su matrimonio actual es el tercero, pero se cuentan multitud de asuntos, y había tapado ya varias historias antes de que saltara esta. Se trata por tanto de un poderoso, que más allá de pertenecer a una tendencia política u otra forma parte, primero, de la casta política de su país, y segundo, de la casta burocrático-política internacional. La casta nacional parece que funciona un poco a la española. Es decir, generalizando un poco, pertenecer a ella está por encima de convicciones personales e ideología, es una profesión, un medio de vida, un trabajo. La casta secuestra a la sociedad civil, puesto que no se nutre ni se alimenta ya de ella, sino que se hace carrera en la casta o en la sociedad civil, pero es cada vez más difícil pasar de una a otra, entrar y salir. La casta pastorea a la sociedad civil a la que exprime, prohíbe fumar, dirige, moldea, y por supuesto imparte lecciones de todo orden. Cuando el endiosamiento es completo, la sexualidad es una parte más del poder, del abuso de poder, parte de su ejercicio deshumanizado. ¿Pero es que no sube usted quien soy?
Por encima de la casta nacional, la internacional, lo máximo, vamos de un organismo a otro, ganando fortunas que salen de los impuestos de los ciudadanos, pero eso sí, por el bien de la humanidad. Los directos del FMI, al dejar el cargo, tienen al parecer derecho a una pensión vitalicia de aproximadamente 80.000 euros anuales…
Me estoy extendiendo demasiado. En definitiva, las cuestiones de siempre: el poder y su regulación y limitación, la necesidad de estar siempre vigilantes si lo que realmente se quiere es una sociedad libre y no que nos vendan un día si y al otro también, con nuestro propio dinero, gato por liebre, etc. En las circunstancias actuales –la argentinización de España que tan acertadamente se señala en la glosa-, yo creo que se plantea la cuestión de si es moralmente lícito para el ciudadano de a pie mantenerse al margen de la política (no digo de los grandes partidos, sino de la política).
Y para acabar, a mí estos Estados Unidos, todavía capaces de detener a alguien sin importar quien sea, con todos sus defectos, me hacen concebir alguna esperanza…
Alcides Bergamota

Anónimo dijo...

"La educación es el arma más poderosa que podemos usar para
cambiar el mundo"
(Nelson Mandela)