sábado, 23 de octubre de 2010

Antífona de entrada TO-XXX / Salmo 105(104),3s

Que se alegren los que buscan al Señor. Recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro (Sal 105(104),3s).
A la celebración de la Eucaristía acuden buscadores del Señor. Buscamos lo que tenemos y en la medida que así es, pues, si no, ¿cómo podríamos buscar lo que totalmente desconocemos? Todos los hombres están en la dominancia de la bondad divina, todo está ordenado por ella. Y este conocimiento elemental, muchas veces inconscientemente sentido, nos da una constante percepción de la atracción del bien para el que hemos sido creados.

Y así los hombres buscan saciar esa sed que sienten. Si un ídolo agarran, es porque sienten la necesidad de Dios, aunque traten de satisfacerla sin Él. Si se aturden, es porque se han rendido en la búsqueda y prefieren no sentir el ansión de eternidad que no puede hacerse cesar. Hasta en el infierno se palpa y, por ello, se sufre; porque, no pudiendo estar al margen de la jerarquía de la realidad que establece el poder de la bondad de Dios, no dejan los condenados de estar en la necesidad de aquello que rechazan: dramática y misteriosa contradicción.

Esa experiencia del Bien, en quien participa en la asamblea eucarística, es mayor, pues, desde el bautismo, participamos de la vida divina. Eso hace que nuestra búsqueda sea más intensa, pues mayor es el conocimiento de lo que aún no poseemos en plenitud y la capacidad para buscarlo. Y, en esa carrera hacia la meta, encontramos nuestro gozo, en recurrir permanentemente al poder de su bondad. No frecuentemente, no muchas veces, no casi siempre, sino constantemente: "orar siempre sin desanimarse" (Lc 18,1).

Orar sin interrupción buscando su rostro, buscando contemplarlo tal cual es y así llegar a ser semejantes a Él (cf. 1Jn 3,2), buscando en la tierra el cielo, buscando lo que aquí no alcanzaremos, pero que día a día podemos, por fidelidad, ir cada vez más pregustando. Y eso que buscamos, lo vivimos anticipadamente en torno al altar.

10 comentarios:

María del Carmen dijo...

Si alguien se rinde en la búsqueda,es porque siente que Dios le ha abandonado.

Alfonso Gª. Nuño dijo...

¿Será lo mismo sentirse abandonado que ser abandonado? ¿Y no será el dejar que nos sintamos abandonados un gesto de amor para con nosotros que necesitamos mascar la vanidad de lo que creíamos era Dios para poderle pedir gritando compasión al único verdadero, que necesitamos purificarnos hasta de las imagenes e ideas sobre Dios para podernos quedar solamente con Él?

zaqueo dijo...

"buscando en la tierra el cielo,..."
la tierra y el cielo estan unidos aquí mismo, soy yo el que está fuera.

nerea dijo...

Que nos abandonemos en sus brazos, sintiéndonos niños pequeños,apesar del dolor y la contrariedad,y gustar ya del cielo en la tierra en la eucarístia.

Salmo 41.

Como busca la cierva
corrientes de agua,
así mi alma te busca
a ti, Dios mío;

tiene Sed de Dios,
del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver
el rostro de Dios?

Las lágrimas son mi pan
noche y día.
mientras todo el día me repiten:
"¿Dónde está tu Dios?"

Recuerdo otros tiempos,
y desahogo mi alma conmigo:
cómo marchaba a la cabeza
del grupo,
hacia la casa de Dios
entre cantos de júbilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta.

¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios que volverás a alabarlo:
"Salud de mi rostro, Dios mío".

Cuando mi alma se acongoja,
te recuerdo
desde el Jordán y el Hermón
y el Monte Menor.

Una sima grita a otra sima
con voz de cascadas:
tus torrentes y tus olas
me han arrollado.

De día el Señor
me hará misericordia,
de noche cantaré la alabanza
del Dios de mi vida.

Diré a Dios: "Roca mía,
¿por qué me olvidas?
¿Por qué voy andando, sombrío,
hostigado por mi enemigo?"

Se me rompen los huesos
por las burlas del adversario;
todo el día me preguntan:
"¿Dónde está tu Dios?"

¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios que volverás a alabarlo:
"Salud de mi rostro, Dios mío".

María del Carmen dijo...

Respondiendo a D.Alfonso:
Evidentemente no es lo mismo sen-
tirse abandonado que ser abandonado
pero cuando un hijo se siente aban-
donado por su padre,no puede evitar la tristeza y el dolor que
ello conlleva.Aunque el dejar que
nos sintamos abandonados sea un gesto de amor como usted dice.
Al ser seres limitados no podemos ver màs allà.
A Zaqueo le digo:Estarìa bien cambiar el cielo por el infierno en la tierra.

Anónimo dijo...

Gracias Don Alfonso, por tan grande pregunta: "¿Y no será el dejar que nos sintamos abandonados un gesto de amor para con nosotros..." Dios le bendiga y nuevamente...muchas gracias por sus comentarios a las Antífonas...excelentes meditaciones.
Diana Vázquez

Alfonso Gª. Nuño dijo...

No poder ver más allá. Es un momento tremendo, mas una bendición. Ahora sé que no veo y, por ello, puedo gritar con Bartimeo: " ¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!" (Mc 10,47). Y aunque haya quien te increpe para que calles, aunque muchos pensamientos y mociones interiores te frenen, no pares.
Quisiera poderlo gritar contigo.

María del Carmen dijo...

Dios nos dà fuerza a los dèbiles,
valièndose de quienes estàn tan cerca de El como usted.
Que Dios le bendiga.
Mil gracias!

Alfonso Gª. Nuño dijo...

Que Dios te bendiga +++

Anónimo dijo...

!la foto más bonita del blog!