miércoles, 21 de septiembre de 2011

El árbol de la vida


El árbol de la vida (The Tree of Life, 2011) de Terrence Malick es una gran película. ¿Pero por qué? En ella, no solamente hay aspectos muy buenos, sino que cada uno en particular lo es y el conjunto no es simplemente la yuxtaposición de esas bondades, sino que da como resultado una excelencia no simplemente aditiva.

Quien busque belleza en el cine en esta película la puede encontrar. Los recursos cinematográficos son abundantísimos, fijémonos solamente en algunos. El movimiento de cámara se encuentra entre la cámara subjetiva y el plano secuencia en un equilibrio muy difícil de sostener. La luz de los exteriores se mantiene continuamente en el momento mágico. Los encuadres están estudiadísimos y, pese a los escorzos y la escasez de frontalidad y centralidad, no da la sensación de  escepticismo o relativismo, sino que trasmite una distancia no de indiferencia, sino de respeto, una invitación silenciosa al espectador. El trabajo de montaje es admirable por su inmensidad, rayana en lo homérico, y la calidad del resultado; me gustaría destacar los fundidos en negro, que no hacen perder en ningún momento el tempo de la cinta. Y más, mucho más.

El guión es sumamente meritorio y la narración, en la que nos encontramos probablemente con las mayores prolepsis y analepsis de la historia del cine, es un suave oleaje, una ligera brisa ondulando la hierba de la pradera. Hay momentos en que da la impresión de estar ante un director que hubiera empezado su carrera en el cine mudo. Y es que no son necesarias muchas palabras para contar, para expresar: los gestos, las miradas –sin buenas interpretaciones sería imposible–, los objetos en que se fija el plano, la disposición de un escenario, la puesta en escena, etc. son suficientes. Pero hay mucho que se dice no por interpretación –los distintos tipos de imágenes insuficientes que nos creamos de Dios, el incremento de la abstracción y la distancia a la realidad en nuestra posmodernidad,...–, sino con otros muchos recursos, como la construcción de unos personajes o el trasplante de un árbol a un entorno de metal y cristal.

Todo esto está por tanto en función de una palabra; Malick tiene algo que decir y lo dice. La gran pregunta del sentido de la vida, la pregunta por Dios es la película y la película es una gran oración. Y con qué elegancia y profundidad lo plantea al espectador. Hay películas muy explícitamente religiosas que da repugnancia verlas, porque en ellas no hay drama y, por tanto, no hay ni hombre ni re-ligación. Aquí sí, hay drama y no tragedia, porque en el sufrimiento, la culpa y la muerte se explícita la pregunta por el sentido de la vida, pero sin fatalidad, ni la muerte ni la culpa ni el sufrimiento tienen la última palabra.

Un hombre maduro entra en crisis existencial y se plantea la pregunta siempre presente, aunque muchas veces la tengamos silente o amordazada. El recuerdo de su pasado pone ante el espectador toda la realidad y cómo en ella está siempre quien tanto nos atrae, quien nos quiere seducir. En la pregunta,  hay una respuesta, sutil testimonio que se abre en esperanza de eternidad y que, en ningún momento, se impone al espectador. No se trata de catequesis, parece más importante mantener viva la pregunta en nuestro mundo. Y una pregunta es siempre la presencia de una respuesta que se insinúa, que se quiere dejar buscar, que nos acaricia para que la miremos.

En El árbol de la vida, la verdadera religiosidad está en juego. Por ello, la película es una bella y morosa glosa al libro de Job. Una glosa en la que belleza, bondad y verdad se reclaman; pero sobre todo está la atracción de la belleza, acaso porque nada se conoce y quiere si antes no se desea.

Es tanto lo que se puede encontrar en esta obra que es más para reposarlo que para escribirlo. Estoy ya esperando a que salga en DVD.

11 comentarios:

Angelo dijo...

La estoy viendo, me falta la mitad. Y la encuentro preciosa. Ha hecho una buena crítica sobre ella.

RockyMarciano dijo...

D. Alfonso dice:
Hay películas muy explícitamente religiosas que da repugnancia verlas, porque en ellas no hay drama y, por tanto, no hay ni hombre ni re-ligación. Aquí sí, hay drama y no tragedia, porque en el sufrimiento, la culpa y la muerte se explícita la pregunta por el sentido de la vida, pero sin fatalidad, ni la muerte ni la culpa ni el sufrimiento tienen la última palabra.


No se me ocurre mejor modo de recomendar una película.

Parece haber generado tanto interés que Ángelo ha decidido comentar desde la misma sala de cine. ¿O lo entiendo mal? ;-)

Alfonso Gª. Nuño dijo...

No a todo el mundo le gusta.

http://www.20minutos.es/noticia/1167558/0/cine-entrada/terrence-malick/arbol-vida/

MJ dijo...

qUIERO IR A VER ESTA PELICULA, YA QUE LES GUSTA A DOS PERSONAS DE LAS QUE ME GUSTA LO QUE LEO, SUPONGO QUE ME GUSTARA. SI AL RESTO LE PARECE MALISIMA NO ESPERO QUE ME LA TRAIGAN AL CINE DE MI PUEBLO (REGIDO POR LA OFERTA Y LA DEMANDA), EL CINE MAS CERCANO QUE LA ECHA ESTA A 30 MILLAS DE CASA!

una madre agradecida dijo...

Ayer por fin pude ir a verla.
Es preciosa de principio a fin.
No sé nada de cine, pero me atrevo a recomendarla a aquellos a quienes les guste el lenguaje metafórico donde la música subraya.

RockyMarciano dijo...

A buenas horas, mangas verdes.

No vi la película en el cine, pero ya ha salido el DVD, para alborozo de don Alfonso.

¿Obra de arte o estafa monumental? A mí me ha parecido infintamente pretenciosa, autocomplaciente y enervante.

Las voces en off que transmiten los pensamientos de los personajes finalmente deberían redimir todo el drama (no lo destripo, pero antención a la última frase); sin embargo, contribuyen durante este larguísimo documental de National Geographic -con algunos actores afónicos incluidos- a expulsar al espectador de la ¿narración?

Es todo lo contrario del lema de la buena comunicación, especialmente para el cine: show, don't tell.

Malick se empeña, como otras veces (he visto: La delgada línea roja, El nuevo mundo), en decir de palabra lo que el espectador debería ver. Me ha venido a la memoria una escena de El manantial en la que Gary Cooper, arquitecto al que nadie contrata y que se gana vida en una cantera, recibe una carta con una oferta para un proyecto. Acaba de pasar la noche con la única hija del multimillonario dueño, que se ha encaprichado con él.

Mira la carta y durante un instante, con pesar, su antebrazo arañado. Se le ilumina la cara y comienza a hacer la magra maleta. El espectador adivina la tórrida batalla amorosa con la heredera, ve el conflicto del protagonista, el triunfo de la vocación de arquitecto. Son diez segundos, sin palabras.

Eso sí, El manantial no es la mejor película del mundo: en blanco y negro, sin la deslumbrante fotografía, efectos digitales, cuidada banda sonora, ambición cósmica y mareantes movimientos de cámara de El árbol de la vida.

una madre agradecida dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
RockyMarciano dijo...

Querida Madre agradecida:

Celebro que hayas leído mi intervención, que no crítica cinematográfica. Es un simple comentario que se suma a lo ya dicho por don Alfonso, en gran parte cierto. Pero no coincido en su valoración global ni en el planteamiento "religioso" de la película.

Por descontado que el planteamiento cinematográfico me repugna: cuanto más hermosas son las imágenes, más estudiados los planos, más se esfuerzan los actores, más relevante la música... me parece mayor el esfuerzo desaprovechado en una historia que -en mi opinión- no lleva a ninguna parte, más allá del ombligo del director; pese a los persistestes contrapicados en busca de luz, la espiral ascentente de vidrieras en un templo, que adecuadamente recoge en viñetas este cartel de la película.

Porque, no lo olvidemos, la familia es explícitamente católica; explícitamente se habla en un sermón del sufrimiento del inocente. ¿Dónde está Dios? Según Malick, en el árbol de la vida, mulforme, bellísmo y terrible; en el conflicto real y en la reconciliación metafórica u onírica, en la felicidad precaria y en la segura aniquilación. Casi me pareció estar escuchando, como en Parque Jurásico "Life will find a way" (la vida se abrirá camino).

Para un cristiano, la respuesta al problema del mal, la demostración del amor de Dios está en la cruz de Cristo, que "me amó y se entregó por mí".

El hecho de que Malick lo oculte, que podría haberlo incluido al menos en el "discuso oficial de la Iglesia" sin tomar partido, convierte la película en una pretenciosa proclama panteísta, donde todo al final encaja y está bien. Seguro que mucha gente verá metáforas redentoras, referencias cristológicas en personajes o escenas. No me sirve. Cuando se cita explícitamente el libro de Job, cuando se muestra un templo, sermón y culto católicos, cuando el padre hace la genuflexión ante el sagrario, es de esperar que el mensaje cristiano, aunque sea nominalmente y de pasada, se proclame.

Sin duda, resulta meritorio preguntar por el sentido de la vida, la muerte, el sufrimiento la culpa, la posibilidad de perdón y explíctamente: ¿dónde está Dios? Si tras prolijos esfuerzos se aburre al espectador con un mensaje panteísta interpretado por actores autistas envueltos -lo concedo- en bellísimas fotografía y música, no esperéis que aplauda.

En cualquier caso, a quienes les ayude la película a hacerse preguntas, a ser más misericordiosos con los demás, a buscar a Dios, los felicito y me alegro por ellos. Loado sea Dios que nos ha hecho tan distintos.

Sobre el libro del Génesis no voy a aventurar una opinión en este espacio. Simplemente, la visión de Malick doesn't cut it for me.

una madre agradecida dijo...

Creo que el director se dirige a toda persona que busque a Dios.
El mensaje, sin necesidad de procamarlo "nominalmente y de pasada", es profundamente cristiano.
Los "actores autistas" ¿no somos la mayoría de nosotros?.

Gracias Rocky, me has dado nueva luz sobre la película que me fascinó.

RockyMarciano dijo...

Gracias, Madre agradecida, que donosamente haces honor a tu apodo.

No quisiera entablar viva polémica en un post que se publicó hace cinco meses, pero contestaré aún. Te cedo la última palabra, salvo que don Alfonso desee participar.

He calificado a los actores de autistas y afónicos, a falta de expresión más precisa. Es típico de Malick que sus personajes deambulen sin hablarse y unas voces en off expliquen susurrando lo que piensan, en situaciones en las que sería lógico que se interpelasen. Por ejemplo, cuando el joven Jack regresa de su edípica experiencia con una combinación en casa ajena, su madre está esculturalmente detenida en la esquina de la calle; cruza por delante de ella sin que medie palabra. Después Jack, acurrucado en primerísimo plano, dice -o piensa, no recuerdo- "No puedo hablar contigo, mamá". Quisiera saber a cuántas madres conoces que hayan recibido así a un hijo que llega a casa. Y como esa, muchas escenas.

Perdona que insita en llevar la contraria, pero el mensaje de la película no me parece cristiano. Sí que da la impresión de ser una desgarrada confesión autobiográfica (gracias por esta crítica) y osaré arriesgar una interpretación, desgraciadamente muy hipotética y falible, por lo poco que se sabe del director.

Malick -si creemos a su alter ego en la película- crece en un ambiente católico tradicional, con un padre bueno pero autoritario que le dice "no se puede ser demasiado bueno, si quieres triunfar" y una madre compasiva, angelical, aunque sumisa. Ocurre la muerte del hermano, una criatura de bondad casi alarmante, que deja un sentimiento de desolación y culpa en todos. El protagonista, una vez adulto, tiene éxito, pero se aparta de la fe católica; al menos, de la práctica religiosa. Se interroga a sí mismo e interroga a Dios, revive los acontecimientos de su infancia en busca de la luz (verdadera obsesión encuadradora-lumínico-celeste) que ilumine su situación, dé sentido a su vida y lo reconcilie con todo, en una armonía (nueva obsesión, musical) de la que carece.

Llega a la epifanía explosivo-cósmico-digital, que cuenta con planos memorables por lo retorcido (pun intended). ¿En qué nivel de meta-metáfora clasificar el (inevitable) contrapicado que muestra las hélices ascendiendo por una ambarina sopa biótica hacia la luz de la superficie? ¿Es el ADN hacia la inteligencia? ¿La materia hacia el espíritu? ¿El espíritu hacia la gracia? Porque literalmente, esa imagen es imposible.

¿Y qué decir de la secuencia playero-cegadora-paradisíaca, donde Jack se recobra en la infancia, desdoblado? ¿Es eso cristiano? La luz podría ser trasunto de Dios, pero Cristo y su Santísima Madre están en gloria en cuerpo y alma. Claro que no tiene por qué tratarse de la gloria.

Me estoy cebando en nimiedades, ya lo sé. Pero me da la impresión que toda la faramalla visual y auditiva, todo el innegable talento que juzgo desaprovechado eluden la cuestión. Y que la omisión de Cristo, que no aparece ni siquiera "nominalmente y de pasada", no es casual. En realidad, hace falta verdadero valor para nombrarlo.

No creemos en un Dios que creó un universo maravilloso, que de algún modo nos sostiene en la adversidad, que nos da luz para comprender el sentido de la vida y al final te reconciliará y reunirá con tus seres queridos. Creemos en un Dios que se hace hombre y muere en la cruz. Y eso compromete tanto que ¿quién se atreve simplemente a mencionarlo?

Termino con el Evangelio de hoy (Mc 9, 30-37)


En aquel tiempo(...) instruyendo a sus discípulos. Les decía:
-«El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará. »(...)

-«El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mi no me acoge a mí, sino al que me ha enviado. »

una madre agradecida dijo...

Rocky, con tu extensa exposición conpruebo que cada uno ve lo que quiere ver, o quiza, lo que puede ver.
La escena del recibimiento de la madre es tan real que parece imposible. En esa escena se ve lo que está debajo de las apariencias. Sí, conozco muchos casos que aunque exteriormente se relacionan con normalidad, solo es guardar las apariencias.

Gracias Rocky otra vez, sobre todo por recordarme la "secuencia playero-cegadora-paradisíaca, donde Jack se recobra en la infancia, desdoblado". Esa escena no me es posible comentarla con palabras pues no las conozco. Tendría que inventar un nuevo lenguaje, eso sí, Malick lo ha conseguido.