domingo, 12 de septiembre de 2010

Antífona de comunión TO-XXIV.2 / cf. 1Cor 10,16


El cáliz de nuestra acción de gracias nos une a todos en la sangre de Cristo; el pan que partimos nos une a todos en el cuerpo de Cristo (cf 1Cor 10,16).
El hontanar de la Iglesia es el misterio pascual, ese misterio del Cuerpo muerto en cruz y glorificado. Nosotros, en el bautismo, entramos a participar en ese misterio y somo hechos miembros del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Somos, no podemos entendernos de otra manera, parte de una comunidad. No somos cristianos y luego decidimos ser miembros de la Iglesia. A una somos lo uno y lo otro, no podemos ser lo uno sin lo otro.

Mas no se es cristiano, lo mismo que no se es hombre, como una piedra es una piedra. Ser piedra no es algo que esté sometido a desarrollo y crecimiento. Sí, desde la pila del bautismo en adelante, somos el mismo cristiano, pero no somos lo mismo. Podemos ser santos o traicionar esa identidad, podemos vivir intensamente la fraternidad cristiana o ser de un individualismo atroz, podemos vivir comunitariamente la fe o consumir productos religiosos,...

Y, en la Eucaristía, podemos participar de muchas maneras: desde un estado comunitariamente casi comatoso hasta una vivencia de gran plenitud de comunión. Desde ahí nos acercamos a comulgar el Cuerpo de Cristo; desde donde nos hallemos, siempre que no estemos muertos espiritualmente y, por tanto, necesitemos de la penitencia, nos acercamos al cáliz de nuestra acción de gracias y al pan que partimos.

La celebración de la Eucaristía hace ese Cuerpo de Cristo que es la Iglesia y, a nosotros, nos "comuniona", estrecha nuestra fraternidad. Pero no de manera mágica. Cuando somos engendrados, somos puestos en la vida y tenemos que vivir esa vida. Nosotros tenemos que vivir la comunión que se nos regala, tenemos que crecer en ella día a día, de comunión en comunión cada vez más.

Esperemos que algún día la pregunta que nos hagamos no sea a qué hora voy a misa, sino con quién celebrarla.

[El comentario a la otra antífona de comunión lo encontráis aquí]

2 comentarios:

nerea dijo...

Bonita foto Don Alfonso, Gracias por el detalle del post por este día, lo guardaré con cariño y respeto a vuestra paternidad.
La foto: A la derecha hay unas rocas, a la izquierda hay un valle y al fondo hay una especie de camino y puente que comunican ambas partes, al frente hay un río o un lago en calma que baña y que alimenta todo y refleja el color azul del cielo.
Así es la gracia de Dios cuando nuestro corazón esta dispuesto a recibirle
Me quedo con estas palabras:
Cuando somos engendrados, somos puestos en la vida y tenemos que vivir esa vida. Nosotros tenemos que vivir la comunión que se nos regala, tenemos que crecer en ella día a día, de comunión en comunión cada vez más.

Anónimo dijo...

El comentario a esta antífona describe a la perfección el reto al que nos enfrentamos los que estamos en el Mundo, con mayúscula, agobiados por las infinitas pequeñeces del día a día, corremos el riesgo de no atender una fe que se automatiza. Cuantas veces se oye la horrible frase "vamos a Misa de 11 y así nos la quitamos ya por la mañana...". Describe además con mucha agudeza otro problema de nuestro tiempo: la ruptura de la comunidad como tal, la familiar, la parroquial. No por nada vivimos en la era atómica en la que nos movemos a menudo no sólo como átomos aislados, sino como partículas troceadas. Una simple tertulia empieza a ser un lujo al alcance de pocos. En soledad, picoteando de una Iglesia a otra, prefiriendo hoy la Misa de esta hora, mañana otra, es dificil avanzar y cedemos al aislamiento que nos empobrece. Reducirnos a este estado es una de las misiones que el diablo confía a Escrutopo, su sobrino, en el libro de Lewis. Muchas gracias por el comentario. Hasta pronto.