miércoles, 29 de diciembre de 2010

Antífona de entrada. Navidad.3 / cf. Is 9,2.6; Lc 1,33

[Esta antífona corresponde a la misa de la aurora de Navidad]
Hoy brillará una luz sobre nosotros, porque nos ha nacido el Señor y es su nombre: "Admirable, Dios, Príncipe de la paz, Padre perpetuo"; y su reino no tendrá fin (cf. Is 9,2.6; Lc 1,33).
Porque nos ha nacido el Señor, porque se ha hecho hombre, tiene un Cuerpo y una Sangre que se pueden hacer presentes. Pero no solamente se ha hecho hombre, sino que también ha querido tener presencia eucarística. Por eso, al comenzar cualquier celebración de la misa, el creyente sabe que sobre toda la asamblea va a brillar una luz y no cualquiera, sino la Luz. Y lo hará porque Él lo quiso así en su Última Cena, no porque tengamos poder sobre Él.

Y se hace presente Aquél de quien el profeta Isaías nos dio esos nombres. Esos y más, con que es nombrado en las Escrituras, tiene. Se hace cercano en la pequeñez de su humanidad y su nombre, que dice toda su grandeza, es, al ponerlo Él en nuestros labios, la cercanía de quien quiere ser nombrado, de quien quiere ser llamado, de aquel al que se puede hablar. Poder decir su nombre es poder orar.

El memorial de su Pascua, de la del Rey sin fin, de quien fue entronizado en una cruz. Para eso se hizo hombre, para redimirnos con su sacrificio en el Calvario. Y para eso instituyo la Eucaristía, para que, en esa ofrenda de sí mismo realizada de una vez para siempre, pudiéramos participar los que queremos ser de ese reino-sin-fin para siempre.

Y la pequeña luz de la lámpara junto al sagrario dice que ahí está la Luz, el Rey.

1 comentario:

nerea dijo...

Y la pequeña luz de la lámpara junto al sagrario dice que ahí está la Luz, el Rey.
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Y la pequeña lámpara de la fe,
dice que está en mi corazón,
cómo una llama encendida.

Quiera el corazón entonces,
descubrirse en el amor.
Desnuda el alma se queda ante tal honor.

Nerea.