domingo, 26 de diciembre de 2010

Antífona de entrada. Sagrada Familia / Lucas 2,16

Los pastores fueron corriendo y encontraron a María y a José y al niño acostado en el pesebre (Lc 2,16).
Los pastores han recibido un anuncio y acuden corriendo. Solamente acudimos a la Eucaristía si respondemos a una convocatoria; no es algo que nazca de nosotros sin más, solamente secundamos la atracción con que, en muchas maneras, Dios nos atrae hacia Él. Y los pastores lo hacen con diligencia, corriendo. El amor es así, no pierde tiempo, no queda retenido por nada y ligero se encamina hacia lo que lo llama.

Y, en la celebración del misterio pascual, encontramos a Jesús en sus distintos misterios a lo largo del año litúrgico. Siempre encuentro con su humanidad en la que se nos manifiesta el único Dios verdadero; por medio de Jesús, del Hijo hecho hombre, conocemos, en el Espíritu, al Padre. En la humanidad de Cristo, Dios nos sale al encuentro, se autocomunica y realiza nuestra redención y divinización.

Encuentro con una humanidad que no es una abstracción. Jesús en sus misterios es siempre un Jesús con los hombres, Dios con nosotros; en sus misterios su humanidad es signo que hace presente su divinidad e instrumento mediante el cual realiza la salvación y recapitulación. Toda la vida de Jesús, todos sus momentos, todos sus aconteceres, son misterio que nos conducen a su divinidad y a su misión salvífica.

El crucificado, el que muere y resucita, es el que ha sido niño y se ha criado en una familia; el que ha nacido de María, al que ha cuidado José. Al acudir al sacrificio del altar, acudimos al encuentro de sus misterios, al encuentro hoy del misterio de la familia de Nazaret. Y con Jesús encontramos a S. José y a la Virgen María; la Eucaristía es el manadero de la comunión de los santos. En la comunión de la Sagrada Familia, del amor que hay entre Jesús, María y José, aprendemos y gustamos la comunión de los santos. Al misterio de la familia de Jesús nos incorporamos como los pastores, adorando al Hijo de Dios que se nos hace presente en el sacramento del altar.

[Un comentario a la antífona de comunión de esta fiesta lo podéis encontrar aquí]

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