Uno de los soldados con la lanza le praspasó el costado, y al punto salió sangre y agua (Jn 19,34).
En este versículo, en el momento de la comunión, resuena el prefacio propio de esta solemnidad:
La entrega que el Hijo de Dios hace de sí la lleva a cabo humanamente, pues, por la Encarnación es verdadero hombre. Pero los hombre, que no podemos sino hacer humanamente todo, obramos con mayor o menor profundidad, con menor o mayor superficialidad, con distintas gradaciones de actividad o pasividad.
Jesús se entrega humanamente desde el centro de su humanidad, con total profundidad y plenamente activo; su amor es un darse de corazón. Su humanidad no es una pasiva marioneta en manos de su divinidad. Y cuando nos acercamos a comulgar, somos receptores de esa entrega en la totalidad de lo que es. Entrega totalmente divina y totalmente humana. En su humanidad, sin viso alguno de restricción, me entrega su divinidad y su humanidad. Nada se conquista, todo es donación del Hijo de Dios, se me da humana y divinamente.
Por medio de su humanidad se me da todo, pero no a pesar de su humanidad, sino en plenitud de entrega humana. Y, por medio de esa humanidad, no solamente se nos da, sino que también nos damos. En ella, el cielo a mí viene, y, por ella, al cielo marcho.
El cual, con amor admirable se entregó por nosotros, y elevado sobre la cruz hizo que de la herida de su costado brotaran, con el agua y la sangre, los sacramentos de la Iglesia; para que así, acercándose al corazón abierto del Salvador, todos puedan beber con gozo de la fuente de la salvación.El fiel, al ir a comulgar, se acerca al Corazón de Jesús y se alimenta de la fuente de la salvación, de donde brotan todos los sacramentos de la Iglesia. Pero esta fiesta además hace un muy importante subrayado en la humanidad de Cristo.
La entrega que el Hijo de Dios hace de sí la lleva a cabo humanamente, pues, por la Encarnación es verdadero hombre. Pero los hombre, que no podemos sino hacer humanamente todo, obramos con mayor o menor profundidad, con menor o mayor superficialidad, con distintas gradaciones de actividad o pasividad.
Jesús se entrega humanamente desde el centro de su humanidad, con total profundidad y plenamente activo; su amor es un darse de corazón. Su humanidad no es una pasiva marioneta en manos de su divinidad. Y cuando nos acercamos a comulgar, somos receptores de esa entrega en la totalidad de lo que es. Entrega totalmente divina y totalmente humana. En su humanidad, sin viso alguno de restricción, me entrega su divinidad y su humanidad. Nada se conquista, todo es donación del Hijo de Dios, se me da humana y divinamente.
Por medio de su humanidad se me da todo, pero no a pesar de su humanidad, sino en plenitud de entrega humana. Y, por medio de esa humanidad, no solamente se nos da, sino que también nos damos. En ella, el cielo a mí viene, y, por ella, al cielo marcho.
Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre (Jn 1,51).[La otra antífona de comunión de este día está comentada aquí]
1 comentario:
"Dadme, Señor, vuestro corazón,
y luego amaré lo que vos amais,
aborreceré lo que Vos aborreceis."
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