Dice el Señor: El que tenga sed, que venga a mí; el que cree en mí, que beba. De sus entrañas manarán torrentes de agua viva (cf. Jn 7,37s)
Muy cercana a esta antífona era la de la Vigilia de Pentecostés. Sin embargo, cada una ofrece sus propios matices, no solamente por no ser iguales, sino también por el contexto de la fiesta.
En la misma boca del Señor, aparecen dos dichos de sendos momentos diferentes, aunque aparezcan en versículos seguidos. El primero está en el presente de la fiesta de las chozas en que es pronunciado. El segundo, precedido en el evangelio por la expresión "como dice la Escritura", nos trae lo que de sí mismo ha anunciado en el AT y que se va a cumplir en el futuro cercano de la pasión. Y los tres, esos presente, pasado y futuro, aunque estén para nosotros en el pasado, sin dejar de ser pretéritos distintos, sin embargo, se hacen presentes a nosotros. El remoto del AT se me vuelve a prometer y a cumplir, la invitación se me vuelve a hacer y de la pasión estamos celebrando el memorial. Pero desde nuestro presente, son también palabras que nos lanzan al futuro. Acercarse a Jesús en la Eucaristía es hacerlo a aquel de cuyo costado manan torrentes de agua viva. Pero ir a Él no es ir de paso, sino acercarnos a la puerta de entrada del amor divino, el que esperamos será nuestro eterno hogar.
Con el vigor de las palabras evangélicas, resuenan en este momento estas con las que el sacerdote, en el prefacio, al dar gracias al Padre por medio de Cristo, decía así de Él:
El cual, con amor admirable se entregó por nosotros, y elevado sobre la cruz hizo que de la herida de su costado brotaran, con el agua y la sangre, los sacramentos de la Iglesia; para que así, acercándose al corazón abierto del Salvador, todos puedan beber con gozo de la fuente de la salvación.
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