[Pese a que en España se celebra la Solemnidad de Santiago apóstol, comento la segunda antífona de comunión del decimoséptimo formulario de misas del tiempo ordinario, ya que muchos lectores del blog no viven en España]
En las Bienaventuranzas, se nos habla de la felicidad futura, pero el porvenir de eternidad lo vivimos por adelantado en la tierra. En la Eucaristía, nos lo encontramos con la mayor presencia que en la tierra podamos tener. Y es el modo de las Bienaventuranzas el mismo del memorial de la Pascua del Señor.
En el altar, se hace presente la misericordia divina y resplandece el misterio de la Cruz, se hace perceptible Cristo bajo el velo de las especies sacramentales, en apariencia de pan y vino. Y allí su misericordia para ser alcanzada; y allí su intimidad divina para ser contemplada.
Como es espacio de bienaventuranza, esa misericordia y esa intimidad, son para los misericordiosos, para los limpios de corazón. Cuando caminamos a comulgar, verdaderamente van hacia su misericordia los misericordiosos. Cuando se nos muestra el cuerpo de Cristo, dicen verdaderamente amén quienes, limpios de corazón, con los ojos de la fe lo contemplan.
¿Qué mayor dicha en la tierra que alimentarse de misericordia, que contemplar en misterio la divinidad?
[AQUÍ tenéis la otra antífona de comunión]
Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios (Mt 5,7s).La dinámica del relato de la torre de Babel es completamente opuesta a la de la celebración eucarística. Allí los hombres intentan llegar con sus fuerzas y desde sí mismos al cielo, sin contar para nada con Dios, aquí es Dios quien se acerca a nosotros para que nosotros podamos alcanzar el cielo. Allí los hombres quieren darse un nombre y que su fama llegue a todas partes, aquí Dios quiere desvelarnos su intimidad. Allí el relato concluye con diversidad de lenguas y la división de la humanidad, aquí con la comunión en el único Logos divino; en vez de desdicha errante sin rumbo, dicha eterna anticipada en la tierra.
En las Bienaventuranzas, se nos habla de la felicidad futura, pero el porvenir de eternidad lo vivimos por adelantado en la tierra. En la Eucaristía, nos lo encontramos con la mayor presencia que en la tierra podamos tener. Y es el modo de las Bienaventuranzas el mismo del memorial de la Pascua del Señor.
En el altar, se hace presente la misericordia divina y resplandece el misterio de la Cruz, se hace perceptible Cristo bajo el velo de las especies sacramentales, en apariencia de pan y vino. Y allí su misericordia para ser alcanzada; y allí su intimidad divina para ser contemplada.
Como es espacio de bienaventuranza, esa misericordia y esa intimidad, son para los misericordiosos, para los limpios de corazón. Cuando caminamos a comulgar, verdaderamente van hacia su misericordia los misericordiosos. Cuando se nos muestra el cuerpo de Cristo, dicen verdaderamente amén quienes, limpios de corazón, con los ojos de la fe lo contemplan.
¿Qué mayor dicha en la tierra que alimentarse de misericordia, que contemplar en misterio la divinidad?
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