La Biblia comienza con la palabra hebrea "bereshit" y termina con "amén" en griego, es decir, que toda la Sagrada Escritura está entre el principio y el sí, pero también entre la b(eth) y la n(u). Todo tiene un comienzo; Dios dice, separa, da nombre y contempla la bondad de lo creado, nos dice el primer capítulo del Génesis. Pero Dios no destruye lo que ha creado, al final, hay un Amén, no una aniquilación, con todo lo tenso que nos aparezca el final de los tiempos. Pensemos, por ejemplo, que los que resuciten para vida eterna, en su cuerpo glorificado, contemplarán lo material de la creación transfigurado.
¿Y por qué empezará la biblia con la beth, la segunda letra del alefato (alfabeto hebreo) y no por la alef, que es la primera? ¿Y por qué no termina con la omega que es la última letra del alfabeto (el griego sí que lo es propiamente)? Sobre lo primero pensó la tradición rabínica.
La creación es algo segundo, principiado; mientras que el Creador es el principio sin principio, la causa de todas las causas que, a su vez, no es causada por otra realidad. Pero la beth, además de ser la segunda letra, es también la que representa el número dos. Dios es unidad perfectísima, sin división, las tres divinas personas tienen una misma y única sustancia (homoousios) absolutamente simple. En cambio, las criaturas pertenecemos al mundo de la multiplicidad, de la complejidad.
¿Y la nu (pronunciada ny) griega del amén? No es ni mucho menos la última letra del alfabeto y, en cierta manera, es primera. Dos docenas de letras tiene el alfabeto y la primera de la segunda de ellas es la nu; el final es un comienzo. Pero además, con esta letra, los griegos representaban el número cincuenta. Éste nos remite en la Biblia a una comunidad de hombres henchida por el Espíritu (cf. 1Re 18,4.13; 2Re 2,7); sobre los discípulos descendió, como lenguas de fuego, en Jerusalén el "quincuagésimo" día tras la resurrección, que es lo que significa "pentecostés" en griego (cf. Hch 2,1-4).
Somos criaturas (beth), pero nuestra vocación es ser comunión en el Espíritu (nu).
Y ahora en español, con vuestro permiso. Entre B y N, no es que la realidad sea blanco y negro, es que Dios contempló todo (desde la eternidad ve desde la beth hasta la nu) y todo está por Él hecho BieN.
¿Y por qué empezará la biblia con la beth, la segunda letra del alefato (alfabeto hebreo) y no por la alef, que es la primera? ¿Y por qué no termina con la omega que es la última letra del alfabeto (el griego sí que lo es propiamente)? Sobre lo primero pensó la tradición rabínica.
La creación es algo segundo, principiado; mientras que el Creador es el principio sin principio, la causa de todas las causas que, a su vez, no es causada por otra realidad. Pero la beth, además de ser la segunda letra, es también la que representa el número dos. Dios es unidad perfectísima, sin división, las tres divinas personas tienen una misma y única sustancia (homoousios) absolutamente simple. En cambio, las criaturas pertenecemos al mundo de la multiplicidad, de la complejidad.
¿Y la nu (pronunciada ny) griega del amén? No es ni mucho menos la última letra del alfabeto y, en cierta manera, es primera. Dos docenas de letras tiene el alfabeto y la primera de la segunda de ellas es la nu; el final es un comienzo. Pero además, con esta letra, los griegos representaban el número cincuenta. Éste nos remite en la Biblia a una comunidad de hombres henchida por el Espíritu (cf. 1Re 18,4.13; 2Re 2,7); sobre los discípulos descendió, como lenguas de fuego, en Jerusalén el "quincuagésimo" día tras la resurrección, que es lo que significa "pentecostés" en griego (cf. Hch 2,1-4).
Somos criaturas (beth), pero nuestra vocación es ser comunión en el Espíritu (nu).
Y ahora en español, con vuestro permiso. Entre B y N, no es que la realidad sea blanco y negro, es que Dios contempló todo (desde la eternidad ve desde la beth hasta la nu) y todo está por Él hecho BieN.
1 comentario:
Enhorabuena y gracias por el artículo, D. Alfonso.
Aunque al final, donde dice
Etiquetas: Granos de mostaza, Génesis
... quizás podría añadirse:
קבלה (Kabbalah)
Ah, no se me ha pasado su traducción de ousía como substancia. Quizás algún otro lector entienda este chiste privado, casí cabalístico y -por tanto, en sentido figurado- en línea con el artículo.
Que Dios lo bendiga.
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