El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que habita en nosotros. Aleluya (Romanos 5,5.10,11).Al comenzar la celebración de la Vigilia de Pentecostés, la antífona nos pone rápidamente en situación sobre lo que vamos a celebrar, es un acto de confesión en la acción del Espíritu en los creyentes y, por otro lado, al cantarla, reavivamos algunas cuestiones fundamentales sobre cualquier celebración cristiana y, en particular, sobre la Eucaristía.
En los sacramentos, tiene un lugar central la epíclesis, la invocación del Espíritu. Pero además los fieles, no solamente los ministros, son portadores de ese Espíritu que habita en nosotros, "poseemos las primicias del Espíritu" (Rm 8,23).
Como dice la Escritura: De sus entrañas manarán torrentes de agua viva. Decía esto refiriéndose al Espíritu, que habían de recibir los que creyeran en Él (Jn 7,38s).Los creyentes no son espectadores pasivos de una acción sagrada que realiza el sacerdote, sino que, con la función que les corresponde, son partícipes activos en las celebraciones litúrgicas, también en la Eucaristía. Y esto no es posible con las meras capacidades y fuerzas naturales, esto es posible gracias al Espíritu.
La participación en la misa es un acto de amor a Dios, a los hermanos y a todo hombre, de ese amor divino que "ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo". La antífona nos está invitando a participar amorosamente en el memorial del amor de Dios, del sacrificio de Cristo en la Cruz. Gracias al Espíritu Santo, con amor divino amamos el misterio pascual en virtud del cual hemos recibido el Espíritu.
[Comentario a la antífona de comunión de la Vigilia lo tenéis aquí]
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