viernes, 22 de abril de 2011

Quiso triturarlo. Isaías 52,13-53,12

De manera chocante, hasta para escándalo de muchos, dice Isaías que "el Señor quiso triturarlo con el sufrimiento". La pasión no fue un accidente que a Dios se le escapara de las manos, no hay rincones del universo o de la historia que eludan el ámbito de su voluntad. Ni causa directamente el mal ni se da a escondidas de Él.

El Siervo quiere cargar con el pecado de todos, con el mal del mundo. Su cuerpo destrozado da perceptibilidad de lo que es el mal del mundo y del sufrimiento interno de Jesús. En el crucificado, conocemos lo que es el pecado, se nos hace patente. Y, en las almibaradas imágenes que de Él hacemos, se pone de manifiesto lo mucho que eludimos mirar de frente la verdad: "Ante el cual se ocultan los rostros". En la medida que vamos mirando el desfigurado rostro de Jesús, vamos siendo capaces de mirar nuestro propio pecado; vamos pasando de la atrición a la contrición, de evitar temerosos las consecuencias del mal causado a mirar con amor a quien hemos triturado con el sufrimiento que han originado nuestros pecados.

La hermosura destrozada hace perceptible el mal, pero también el amor misericordioso de Dios; el elevado en la Cruz nos atrae hacia sí, la belleza del Amor divino se nos hace ahí presente. En el Crucificado vemos el juicio divino, el no al mal, nos queda patente nuestra condición pecadora. Pero el que se ha dejado seducir por la atracción de su belleza desvelada bajo el velo de lo repulsivo y lo mira no queda encerrado en la desesperación del mal en que se encuentra, sino que, a la par que conoce la justicia, el no de Dios, ve abierta la esperanza a la misericordia.

Triturado por el sufrimiento para la misericordia.

2 comentarios:

zaqueo dijo...

"Abres, Señor, tu mano, y nos sacias de favores."

María del Carmen dijo...

ORACION A LOS PIES DE LA CRUZ
¡Cristo Jesús!
Estamos a punto de terminar este santo día de Viernes Santo a los pies de tu cruz.
Del mismo modo que un día en Jerusalén a los pies de la cruz,
estaban tu Madre,Juan,Magdalena y
otras mujeres,nosotros estamos aquí
profundamente emocionados por la importancia del momento.
Nos faltan palabras para expresar
todo lo que sienten nuestros corazones.
Esta tarde,cuando después de bajarte de la cruz te han introducido en un sepulcro, a los pies del Calvario,queremos rogarte que te quedes con nosotros por medio de tu cruz,tú que por la cruz te separaste de nosotros.
Te suplicamos que te quedes en la Iglesia,que permanezcas con la humanidad,para que no te sorprendas
si muchos,tal vez,pasan indiferen-
tes junto a tu cruz,o si algunos se alejan de ella y otros no llegan.
De todos modos,quizá hoy más que nunca,el hombre necesita esta fuerza y esta sabiduría que eres
Tú mismo,sólo Tú,¡por medio de tu
cruz!Por eso, quédate con nosotros
con este profundo misterio de tu muerte,en el que se revela lo mucho que Dios amó a los hombres.
Quédate con nosotros y atráenos hacia ti.
Tú que caíste bajo esta cruz, quédate con nosotros por medio de tu Madre,a quien confiaste desde la cruz de manera especial a cada hombre.
¡Quédate con nosotros!

(Juan Pablo II)