lunes, 9 de febrero de 2009

Pobreza memorable

Ayer, tras comer con un amigo, surgió, en la sobremesa, el tema de la pobreza evangélica. Y recordamos esta anécdota preñada de infinito y contada por Evagrio Póntico sobre un ermitaño cuya única riqueza era el manuscrito con el que hacía oración:
Un hermano poseía solamente un evangelio y, habiéndolo vendido, dio su precio para alimentar a los hambrientos, pronunciando esta palabra digna de recuerdo: He vendido –afirmó– el libro mismo que me dice: "Vende cuanto tienes y dalo a los pobres".
Hay dos elementos fundamentales en el crecimiento espiritual que se reclaman mutuamente: la purificación del corazón y la lectio divina. La purificación nos va posibilitando la asimilación de la Palabra y ésta nos va purificando.

Este monje de la anécdota ha metabolizado ya la Palabra de tal manera que no necesita su soporte escrito, se ha hecho palabra viva. Se ha purificado de tal manera que su corazón está puesto sólo en Dios, de modo que todo tiene su valor en Él. Lo tiene todo, porque ha asimilado a Dios, y no tiene nada, porque es poseído por Él.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tener solo a Dios, eso me atraía cuando no megustaba la vida, nada me ilusionaba, nada me interesaba, todo en la vida lo sentía como despreciable, entonces pensaba que quizás Dios me safisfacería, pero claro con esos planteamientos míos, está claro que mi camino no era el del monje, aunque lo buscase, ahora estoy en un un momento en que amo a Dios y las cosas de Dios, amo tanto saber, el cine, la lectura, la música, la naturaleza, los amigos, amo todo gracias a Dios, y en mi caso no puedo decir todo lo estimo vano solo me interesa Cristo", como decía San Pablo,
En mi caso, ahora puedo decir, Amo la vida, gracias a
Cristo.