¿Qué anuncia el título? ¿Será un ataque al Rey o un movimiento de defensa? ¿Se tratará de Juan Carlos o de la figura del Rey? Últimamente menudean artículos y entradas de blogs, ambos con sus correspondientes comentarios, criticando duramente al Rey por no haber asistido al acto de renovación de la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús con motivo de su nonagésimo aniversario. Sobre este hecho, he leído y oído, en medios públicos, comentarios de todo tipo, que, como mínimo, a mi más que modesto parecer, son un índice del despiste en que se encuentra un número no despreciable de miembros muy activos de la Iglesia en España, tanto de la banda de babor como de la de estribor. No voy a abarcarlo todo y, como ajedrecista, centraré mi atención última en una sola de las piezas del juego, sin descuidar la posición del resto. Pues bien, con la casilla blanca a la derecha y la dama en la de su color, empecemos a mover.
El Concilio Vaticano II, en Gaudium et Spes 76, dice: " La comunidad política y la Iglesia son independientes y autónomas, cada una en su propio terreno". Así pues, la Iglesia define en estos términos lo que se llama vulgarmente separación entre Iglesia y Estado. Y no solamente lo define, sino que dice que así son las cosas y, por tanto, que así deben ser. Una ordenación o actuación que fuera en detrimento de la independencia y autonomía de una u otra no podría, por consiguiente, considerarse como muy católica.
En el n. 47 de Centesimus annus, decía Juan Pablo II: "La Iglesia respeta la legítima autonomía del orden democrático; pero no posee título alguno para expresar preferencias por una u otra solución institucional o constitucional. La aportación que ella ofrece en este sentido es precisamente el concepto de la dignidad de la persona, que se manifiesta en toda su plenitud en el misterio del Verbo encarnado". Pues bien, la Constitución actual, dentro de una monarquía parlamentaria, establece la aconfesionalidad del Estado. Todo lo cual no va en contra de los principios señalados.
El abuelo del actual Rey era Jefe de un Estado confesional, Juan Carlos I no. Él lo es de un Estado aconfesional. Y, en mi insignificante opinión, el Rey hizo muy bien en no ir. Desde luego, como católico no estaba obligado; recordemos que lo que no es obligatorio es voluntario, igual que lo que no está prohibido está permitido. Pero, como Rey, no solamente hizo muy bien, sino que además le hizo un favor a la Iglesia. ¡Cuántos párrocos podrán alegar el ejemplo del Rey! Lo que hace falta es que esto cunda y vayan desapareciendo ciertas inercias del pasado. ¿Qué pinta un alcalde ateo encabezando una procesión o haciendo el teatro de que hace un juramento para defender un dogma, por poner dos ejemplos? Y, si lo hace de verdad, que lo haga a título personal. ¿Por qué el que no sea católico va a tener que ver cómo una autoridad pública en ejercicio de su cargo hace un acto confesional? Pero pensémoslo a la inversa. ¿Cómo veríamos que el Rey asistiera en el templo de la religión x a la consagración de España a la deidad y? ¿Os imagináis a un católico que fuera alcalde teniendo que juramentarse a favor de las creencias de otra religión? ¿Qué pensar de un juez de paz rindiendo su bastón a lo que una religión que no fuese el cristianismo considerase como lo más sagrado? Si se hiciera como si se hiciera, ¿no sería una burla a esa religión?
Algunos alegarán que, aunque el Estado no sea confesional, las creencias de la mayoría de los españoles sí son esas. Ni aunque lo fueran de todos lo vería justificado; en ese caso menos, pues entonces más se tendría que cuidar la independencia y autonomía de la Iglesia y la comunidad política. Pero es que no es el caso. Desengañémonos, España no es católica ni como Estado ni como nación, por mucha inercia cultural que haya. Lo diferencial del catolicismo respecto a otras confesiones cristianas no es una creencia viva en la mayoría de los españoles. ¿Lo es el cristianismo? ¿Cuántos españoles creen en la divinidad de Jesucristo y en la resurrección de la carne? España es tierra de misión.
Vengamos al título: "El Rey no es un soberano católico". Para empezar, no es soberano. La titular de la soberanía es la nación española y la legitimidad real viene de lo que ha establecido constitucionalmente. El Rey es un servidor, es, digámoslo con un cierto humor, el único funcionario que gana la plaza no por oposición, sino por herencia. Pero tampoco es un Rey católico, es sencillamente un católico que es Rey. Y yo le pido a Dios que sea un buen católico, que es, por otra parte, como mejor podrá ser un buen Rey; y también que sea un buen Rey, que es, para él, el camino donde tiene que ser un buen católico.
3 comentarios:
!El Concilio Vaticano II, en Gaudium et Spes 76, dice: " La comunidad política y la Iglesia son independientes y autónomas, cada una en su propio terreno". Así pues, la Iglesia define en estos términos lo que se llama vulgarmente separación entre Iglesia y Estado. Y no solamente lo define, sino que dice que así son las cosas y, por tanto, que así deben ser..."
Gracias por recordarnos la Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual.
No podría expresar facilmente lo que supuso para mí su lectura; cuando terminé de leerla, dí gracias a Dios por el gran don de ser hijo de la Iglesia.
¡Que regalo!
Invito a todos los seguidores del blog a leerla. Se le ensancha a uno el corazón.
Comparto tu punto de vista, Alfonso. Yo no sé cuáles son las "creencias de la mayoría de lo españoles". ¿Podría acaso conocerlas? ¡Pero si ni siquiera sé las de algunos miembros de mi familia!
Vivamos el Evangelio. Seamos vasos comunicantes de la Gracia. Dejemos actuar en nuestra vida al Espíritu Santo. Y, sobre todo, dejémonos de historietas.
Gracias Alfonso, estoy aprendiendo mucho con este blog. ¿qué suerte que tenemos un rey católico!
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