sábado, 7 de noviembre de 2009

Antífona de comunión TO-XXXII.1/Salmo 23(22),1s

El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace recostar, me conduce hacia fuentes tranquilas (Sal 23,1s).
En la Eucaristía, el Señor nos pastorea. En la liturgia de la Palabra, a través de las distintas lecturas nos va corrigiendo y alentando, nos indica cuál es el camino y por dónde nos podemos perder. Pero, en el momento de la comunión, lo hace ante todo atrayéndonos hacia sí. La belleza de quien ha dado su vida por mi me seduce y su misterio pascual se convierte en polo de atracción que me pone en movimiento hacia Él. Y secundar esa llamada define el hacia de todas mis acciones.

Cuando acepto ser pastoreado por Él, entonces nada me falta. Aunque carezca de muchas cosas, lo tengo todo. Porque riqueza y pobreza, abundancia o necesidad lo son en relación a algo. Unos carecen de los medios para obtener su apetencia y otros, aun habiendo alcanzado el norte que se propusieron, viven en carencia porque no tienen lo único que verdaderamente necesitamos todos. En la Eucaristía, no nos falta nada. En ella, tenemos el camino para llegar al fin y al fin mismo. La comunión es posibilitación para ir a Él, pero es también posesión del término hacia el cual caminamos.

Un camino que es descansado. Es caminar, pero como recostados en hierba fresca. Nuestras actividades nos agotan, pero la entrega en la cruz resucita, la muerte es donadora de vida, la fatiga es lo que nos reconstituye. Lo que es un imposible para el hombre desde su soberbia, subir hasta Dios, es descansado en la humildad de quien se deja pastorear.

Y, en la comunión, encontramos a un pastor que es hontanar de agua viva, hallamos su costado abierto; por medio de Él, el Padre dona el Espíritu.
Del zaguán del templo manaba agua hacia levante -el templo miraba a levante-. El agua iba bajando por el lado derecho del templo, al mediodía del altar (Ez 47,1).

2 comentarios:

MJ dijo...

"quien tiene al hijo lo tiene todo"
Nos contaron ayer esta historia:

Un coleccionista de Obras de Arte (Picasso, Rembrant...etc) recibe la visita de un compañero de guerra de su hijo alli fallecido. El ex-soldado le cuenta que le debe la vida al hijo y que, pese a no poder nunca pagar el sacrificio del hijo, en agradecimiento al regalo que este le dejo (la vida) le regala al padre un retrato que él ha pintado de el hijo ya que sabe que el padre colecciona Arte. El padre se maravilla de lo bien que el soldado ha captado la expresión y el espíritu de su hijo y desde entonces ese cuadro está en el sitio privilegiado de su colección.
A la muerte del coleccionista, hay una subasta pues no hay herederos. Se abre la subasta y el primer cuadro que aparece es este retrato. El padre ha dejado estipulado esto en el testamento.
Los expertos en Arte que acuden a la subasta son gente rica, otros colleccionistas que ansían tener las famosas obras de Picasso, Rembrant..etc y, entonces, uno a uno se quejan y dicen al director de subastas que saque esas otras obras que el retrato "el hijo" no les interesa.
Entre el público hay un hombre muy pobre que habia sido el jardinero en la casa del coleccionista y conociendo un poco la historia, como ama al padre, saca todo el dinero que lleva y dice: yo compro "el hijo".

Entonces el director de la subasta al dar el martillazo típico dice "Adjudicados todas las obras y tesoros del Padre. Quien tiene al Hijo tiene Todo lo del Padre: eso dice una cláusula del Testamento ".
Y el jardinero se queda con todo.


Es una bonita historia,no?

Alfonso Gª. Nuño dijo...

Pues sí.