sábado, 27 de diciembre de 2008

El Mesías de Händel XI

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Isaías nos había anunciado un nuevo éxodo que tenía en su centro la gloria de Dios. Ahora el bajo cantará: "Así dice el Señor Sebaot: 'Todavía un poco más y agitaré cielo y tierra, mar y continente; sacudiré los pueblos; vendrán las riquezas de todo el mundo, y llenaré de gloria este Templo -dice el Señor Sebaot-" (Ag 2,6s).

La profecía de Ageo tiene lugar durante el reinado de Darío. Han pasado años desde el decreto de Ciro, hay habitantes en la tierra antes lejana. Pero, desanimados ante las pocas posibilidades, por lo que dice el resto del libro de Ageo, debieron de centrarse en reconstruir cada uno su casa y cultivar su campo, dejando a un lado la reedificación del Templo. En esta situación, fue pronunciado originalmente el oráculo. También resuena en nuestro troceador individualismo.

Una de las consecuencias del pecado fue la fragmentación de la percepción de la temporalidad y el vaciamiento de contenido. La fragmentación nos hace vivir con una frontera respecto al futuro y además el porvenir, lo mismo que el presente, aparece vacío. Pero el ahora, al menos, da la impresión de tener un mínimo de realidad, aunque esté horadado por la nada. El tiempo se hace largo y pesado; ahí se dan fenómenos como el aburrimiento y el tedio. Hay que matar el tiempo. ¡Tremenda expresión! Hay que apresurarse, hay que llenar el presente, como sea, en un desesperado intento por conjurar la nada. Y, si no, aturdirse para no enterarnos de la vanidad de todo.

Sin la percepción, por la fe, de la presencia de Dios, todo parece estar siendo devorado por la nada. Pero sentir el sin sentido es una puerta abierta para preguntarnos por él. El hombre anhela el sentido, sin él, la vida le resulta un absurdo. Pero, por no sentir el dolor del vacío, huimos de él con sucedáneos o aturdiéndonos. Y, sin embargo, ese sufrimiento podría ser el precursor de la esperanza.

Un indicio del crecimiento espiritual es la unificación del tiempo. No estoy separado del porvenir, que además se me muestra preñado de contenido y presente en la esperanza, que engarza cada momento en una unidad. Por eso, las promesas de Dios hay que esperarlas sólo "todavía un poco más". El retorno al Paraíso es vuelta a una vivencia distinta de la temporalidad. Con razón dice el salmista que mil años en la presencia de Dios son un ayer que pasó. En esta vivencia de la temporalidad una hora de oración es un fugaz vuelo.

Pero no solamente la vivencia de al temporalidad ha sufrido con el pecado. La salida del Paraíso es la salida de la comunión con la Naturaleza y el resquebrajamiento de la Historia. Para ambas también es el oráculo profético.

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1 comentario:

Anónimo dijo...

"Todavía un poco más y ..."

Palabras llenas de esperanza a las que me agarro con todo mi ser. Seguir creyendo... seguir esperando... seguir amando.
Dar cada día un paso, sólo un paso hacía Él en su presencia, sin tiempo, sin espacio.