martes, 23 de diciembre de 2008

La lotería del carnaval de invierno



Un año más, una ingente cantidad de medios de comunicación se dedicó a retransmitir e informar sobre un sorteo de lotería. En una radio, en cuyo capital participa la conferencia episcopal, oí a una locutora decir que era la puerta de la Navidad. Bueno, ciertamente es un proscenio, pero no de la Navidad, sino del cada vez más arraigado Carnaval de Invierno o, si preferís, del Solsticio de Invierno. Y lo propio de este tipo de fiestas es la máscara, que, en este caso, son las reliquias sociológicas de una fiesta religiosa.

No solamente son las muchas horas y medios de todo tipo dedicados a la noticia; los españoles de media se gastan, en este sorteo, 70 € largos. Todo esto dice mucho de nuestra sociedad. Pero, para mí, hay algo más preocupante. ¿Seré un puritano, un talibán o un montanista? No sé la cantidad exacta -si la supiera, no sé qué sentiría-, ¿pero cuánta lotería se ha vendido en las parroquias? Por lo general, en todo tan mimetizados con el paisaje, nos parece natural y el caso es que muy bien podría ser una aberración.

¿Para qué la compramos? Si es para contribuir a la financiación de la Iglesia, es innecesario; basta con dar la cantidad entera y se habrá colaborado más. Debe ser que necesitamos un incentivo, aunque sea una expectativa de beneficio para colaborar. ¡Qué lejos de la comunión de bienes!

Si es por el dinero a ganar, malo; la avaricia es una forma de idolatría (Col 3,5). Ya sé que, en la mayoría, lo es en una pequeña dosis. Mas, en esa pequeña medida, ¿a quién estamos anunciando? ¿Qué ponemos de manifiesto en conjunto: la confianza en la Providencia divina o en el dinero? Con estos signos como avales, ¿qué credibilidad va a tener el anuncio del final de Mt 6? ¿Y qué decir del anuncio del nacimiento en pobreza de Jesús? En algunos casos, la compra de lotería se justifica como profiláctico de la envidia; si le toca al otro donde yo podría haber comprado,... Y envidia por el dinero.

Habrá quien tenga necesidad económica y que no sea por codicia. En este caso, el asunto se pone peor. Si es un hermano de fe, esto no debería de darse. Si fuera alguien no católico, tampoco. Porque no solamente tiene que haber entre nosotros un amor recíproco, sino que también tenemos que amar al prójimo e incluso al enemigo. Por este lado, también es un anti-signo.

Y, si se considera una forma de compartir, de confraternizar, casi mejor omitir el comentario.

¿Para qué se vende en parroquias, colegios, casas de formación, etc.? Muchos responsables económicos argüirán que ese dinero lo necesitan, que, si no, se les viene la iglesia abajo. Pero el problema no son las iglesias, sino la Iglesia. Los templos no son un fin, están al servicio del Cuerpo de Cristo; los fieles, como piedras vivas, son los que de verdad entran a formar parte de la construcción del Templo que es la Iglesia. Si por no vender lotería, se arruinan los medios materiales, esto lo único que habrá hecho es haber puesto de manifiesto nuestra pobre realidad eclesial.

Un cura con mucha chispa, el nombre no viene al caso, en una conversación en que se contrastaban las abundantes obras que se hacían en su diócesis y el paulatino vaciamiento de los templos, dijo: "Como no sabemos hacer Iglesia, hacemos iglesias". Probablemente soy un poco exagerado. Si es así, no me hagáis caso. Pero, si no, démosle gracias a Dios por la lotería; sabiéndola mirar, es un espejo para ver muchas cosas que hay que cambiar, que tengo que cambiar. Hasta la lotería puede ser una llamada a la conversión.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias por esta llamada a ser conscientes de por qué hacemos las cosas.

Creo que es una de tantas costumbres que seguimos porque nos hemos convertido en masa, en colectivo. Hay que comprar lotería, regalar lotería porque todo el mundo lo hace y sino eres un bicho raro.
Ha dado Vd. en la diana al decir que necesitamos un incentivo, una expectativa. ¡Que pobreza! Ni siquiera somos capaces de dar sin esperar nada a cambio.

No me considero ni puritano, ni talibán -lo de montanista no se ni lo que es- lo que si sé es que jamás he comprado lotería.

Es agradable saber que hay alguien tan raro como yo.

FELIZ PASCUA DEL NIÑO DIOS.