martes, 3 de febrero de 2009

El Mesías de Händel XXIX

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"Súbete a un monte elevado", también nos dice a nosotros el profeta, para gritar sin miedo la cercanía, la presencia de Dios. No a cualquier monte, sino, en seguimiento de Él, subir al mismo que Él subió.

Y es que solamente hablamos de Él si entramos en comunión de vida con Él. Ser discípulo no es otra cosa que participar de su vida, de su misterio pascual. Por ello, la espiritualidad es siempre bautismal, pues somos sumergidos en su muerte para emerger a su vida. Por ello, la espiritualidad es siempre eucarística, pues configurados a semejanza de su Pascua, actualizamos constantemente su único y eterno sacrificio. Ahí es donde gritamos, pues en la pobreza de nuestra vida, hacemos presente su muerte y resurrección.

Y S. Juan de la Cruz entendió esta llamada del profeta como Subida del Monte Carmelo.
En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.
Sólo una estrofa y muy brevemente. En una noche oscura, tras la purificación de los sentidos y las potencias del alma, que quedan en silencio, como a oscuras, porque es ahora la fe, la esperanza y la caridad las que llevan la iniciativa. Lleno de amores divinos, de anhelos de cielo, el verdadero discípulo ya puede salir de su propio amor, querer e interés. Su atención, sus fines y sus decisiones no están encerrados en los límites que él abarca con sus solas fuerzas naturales. Su interior está pacificado, ya no está ligado por ningún afecto desordenado, está en la apatheia. No hay gravedad que pueda desviar su trayectoria, su intención es limpia, con paso firme puede seguir a Cristo hasta la cima del Calvario.

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2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
- El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.

Anónimo dijo...

"El espíritu todo lo rastrea, hasta los profundos de Dios"
(1 Cor. 2,10.) "Porque ésta es la propiedad del amor: escudriñar todos los bienes del Amado." Decía San Juan de la +