jueves, 12 de febrero de 2009

El Mesías de Händel XXXII

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Después de haber obedecido al profeta que pedía que se alzara la voz, el coro da paso al bajo. Con los graves se acompaña la oscuridad que aparece en el versículo siguiente.
Mira: las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad, los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti; y caminarán los pueblos a tu luz, los reyes, al resplandor de tu aurora (Is 60, 2s).
Isaías ha hecho un anuncio en el v.1, que reitera al final de estos; en el futuro, va a amanecer sobre Jerusalén. Pero hay que prestar atención al presente. Mira, mira todo, la realidad, tal y como está ahora. No como te gustaría que fuera. ¿Mas cómo mirar a las tinieblas, a la muerte que hay en mí y que me rodea?

Solamente cobramos ánimos para mirar el mal que hay en nosotros porque la invitación de Dios va envuelta de misericordia. Al tiempo que nos llama a la verdad de nosotros, nos afirma para que podamos verla sin quedar destruidos por el espanto. Pues se trata de ver que somos muertos viviente y necesitamos ver nuestra tinieblas para poder acoger la luz que se nos anuncia. Quien cree que ve no se sabe en la necesidad de luminosidad.

La oscuridad lo llena todo, la tierra y los pueblos, la naturaleza y la historia. El pecado nos impide ver nuestro entorno en el ámbito de la soberanía divina. Mi mundo, mi pequeño mundo, se ve privado de la luz cuando yo me cierro a ella. Lejos de Dios, no se lo ve ni en las cosas ni en los acontecimiento. Y la convergencia de todos los pequeños mundos individuales, forman un mundo de oscuridad.

Sociedad, cultura, civilización, etc. quedan teñidas de negro. Pero si me dejo conquistar por esa luz, mi pequeño mundo, al quedar yo iluminado, volverá a brillar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"... nos llama a la verdad de nosotros,..."

Un gran don de Dios ha sido, recibir una chispa de esa luz
para ver mi negrura, para poder ver la realidad de lo que soy...