Al parecer, según un estudio, los jóvenes en Estados Unidos no distinguen entre el Dios que anuncia el cristianismo y el que puedan predicar otras religiones. Sobre poco más o menos otro tanto se podría decir en otros muchos países. Evidentemente no se trata de que exista un solo Dios, sino de que no encuentran diferencia entre lo que dicen unos sobre Dios y lo que dicen otros.
Desde luego, es un problema de relativismo en el oyente. Es decir, que hay un componente en el que escucha que lleva a pasar por un filtro el mensaje recibido que da, como resultado, que sobre ese asunto, lo mismo que sobre otros, da igual lo que le digan, el resultado es el mismo. Estamos ciertamente en una sociedad en la que se tiende a equiparar todo. Todas las culturas son iguales, todas las religiones son iguales, todos los sistemas de valores son iguales, todas las propuestas de felicidad son iguales. Desde ahí cualquier mensaje llega altamente anestesiado.
Pero, junto a eso, hay, al menos, tres factores muy importantes. Por un lado, está ese perfil bajo de decir lo que nos une y no lo que nos separa, lo que le pueda gustar al otro y no lo que le pueda disgustar. Ciertamente hay que ser pedagógico y saber distinguir, como hacía S. Pablo, entre la palabra para el gentil, para el judío, para el que ya cree pero necesita alimento blando y el que ya pide comida de adulto. Pero, junto a esto, la finalidad del primer anuncio del Evangelio no es decir lo que nos une o lo que pueda agradar, sino anunciar que Cristo ha Resucitado, que Él es el Salvador.
Además de esto, hay algo que abona el relativismo. En la administración de los sacramentos, ¿tiene de verdad peso la conversión? ¿Cuántas veces no se queda todo en unos requisitos formales -incluyendo charlas de preparación-? Si da lo mismo creer que no creer a la hora de recibir un sacramento, ¿no estamos diciendo que la imagen de Dios que uno tenga es intercambiable con otra? ¿Cuantas veces consideramos que creer en Dios es equivalente a ser cristiano y ser cristiano sinónimo de católico?
Por último, además del anuncio explícito del Evangelio a los no creyentes y el discernimiento para impartir sacramentos, creo que esta noticia nos habla de algo sumamente importante y decisivo. La Iglesia es el cuerpo de Cristo, por tanto, es la que muestra su rostro al mundo. Cuando anunciamos la Resurrección, ¿el que no cree ve la gloria de la resurrección en las comunidades de creyentes? Ciertamente ven que somos religiosos, como lo son tantas personas de otras religiones; ven que asistimos a ceremonias religiosas, como tantos otros; ven que procuramos observar una moral, como tantos otros; ven que rezamos en la necesidad, como tantos otros. ¿Pero ven que quienes formamos ese cuerpo, que sus miembros, nos amamos como el crucificado, que damos la vida unos por otros? Esto es, ¿ven encarnado en nosotros el misterio pascual?
Desde luego, es un problema de relativismo en el oyente. Es decir, que hay un componente en el que escucha que lleva a pasar por un filtro el mensaje recibido que da, como resultado, que sobre ese asunto, lo mismo que sobre otros, da igual lo que le digan, el resultado es el mismo. Estamos ciertamente en una sociedad en la que se tiende a equiparar todo. Todas las culturas son iguales, todas las religiones son iguales, todos los sistemas de valores son iguales, todas las propuestas de felicidad son iguales. Desde ahí cualquier mensaje llega altamente anestesiado.
Pero, junto a eso, hay, al menos, tres factores muy importantes. Por un lado, está ese perfil bajo de decir lo que nos une y no lo que nos separa, lo que le pueda gustar al otro y no lo que le pueda disgustar. Ciertamente hay que ser pedagógico y saber distinguir, como hacía S. Pablo, entre la palabra para el gentil, para el judío, para el que ya cree pero necesita alimento blando y el que ya pide comida de adulto. Pero, junto a esto, la finalidad del primer anuncio del Evangelio no es decir lo que nos une o lo que pueda agradar, sino anunciar que Cristo ha Resucitado, que Él es el Salvador.
Además de esto, hay algo que abona el relativismo. En la administración de los sacramentos, ¿tiene de verdad peso la conversión? ¿Cuántas veces no se queda todo en unos requisitos formales -incluyendo charlas de preparación-? Si da lo mismo creer que no creer a la hora de recibir un sacramento, ¿no estamos diciendo que la imagen de Dios que uno tenga es intercambiable con otra? ¿Cuantas veces consideramos que creer en Dios es equivalente a ser cristiano y ser cristiano sinónimo de católico?
Por último, además del anuncio explícito del Evangelio a los no creyentes y el discernimiento para impartir sacramentos, creo que esta noticia nos habla de algo sumamente importante y decisivo. La Iglesia es el cuerpo de Cristo, por tanto, es la que muestra su rostro al mundo. Cuando anunciamos la Resurrección, ¿el que no cree ve la gloria de la resurrección en las comunidades de creyentes? Ciertamente ven que somos religiosos, como lo son tantas personas de otras religiones; ven que asistimos a ceremonias religiosas, como tantos otros; ven que procuramos observar una moral, como tantos otros; ven que rezamos en la necesidad, como tantos otros. ¿Pero ven que quienes formamos ese cuerpo, que sus miembros, nos amamos como el crucificado, que damos la vida unos por otros? Esto es, ¿ven encarnado en nosotros el misterio pascual?
4 comentarios:
Empezando por el final, es decir, por la parte que nos toca a los que deseamos vivir con Él, por Él y en Él, ahí va mi contestación.
Una imagen muy expresiva.
Obras son amores y o buenas razones
El mundo está lleno de gente que razona muy bien con palabras, las obras son otra cosa.
Aquí en Inglaterra se celebra hoy el Remembrance Day, al menos al soldado desconocido inglés lo recuerdan los ingleses...en este día.
Yo recuerdo la Carta de Pablo: que aunque entregues tu cuerpo a las llamas, si no tienes amor, no vales nada..
SE lo digo en inglés, Mrs Wells: You speak my mind.
Publicar un comentario