domingo, 14 de diciembre de 2008

El Mesías de Händel IV

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Y continúa cantando el tenor: "que se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados". Ha llegado por fin el tiempo de la liberación. Momento que presenta una doble faz. Por un lado, el fin de la deportación; por otro, una perspectiva nueva que proclamará a continuación. Y esas son las primeras palabras de Jesús en el evangelio de S. Marcos: "El tiempo se ha cumplido" (Mc 1,15).

El gran exilio del paraíso llega a su fin. Por etapas, en un crecimiento constante, la Historia de la Salvación, pre-figurada también en este grito de consuelo, llega a su plenitud. Y nosotros vivimos la última, la que espera la consumación de la Historia, la venida en gloria del Señor.

El pueblo de Israel, como tal pueblo, ha experimentado una de las caras de la responsabilidad de la libertad. Todo cuanto hacemos revierte sobre nosotros mismos. La soberbia con que se condujo, lo mismo que Adán en el paraíso, llevo a los israelitas a apoyarse en sus posibilidades, en la obra de sus manos, en los ídolos fabricados a medida de sus deseos. Y ese modo de conducirse se volvió sobre ellos. Pero se recibe una doble paga. Si yo fuera el único pecador sobre la tierra solamente mi mal caería sobre mí, viviría en la penuria de mis posibilidades. Pero vivo entre pecadores, no puedo sino vivir entre hombres, y ellos me infringen mal. Doble paga, dos veces ha sonado la llamada al consuelo.

Es esto algo que nos puede arrojar algo de luz sobre el misterio de Cristo. El no cometió pecado, no había mal propio que pudiera reverter sobre Él. Pero se hizo hombre, un ser sociable, y vivió en la Historia de los hombres marcada por el pecado y recayó sobre Él todo el mal, no solamente el de sus contemporáneos cercanos, sino el de todos y en toda su profundidad. Aquí también podemos acercarnos a tener algo más de conocimiento interno del misterio de María traspasada por el dolor. Jesús ha pagado el rescate.

Sí, es verdad que es una consecuencia de mi libertad que lo que haga revierta en mí; yo soy la primera víctima de mi pecado. Pero la experiencia de fe le lleva a Israel a confesar que Dios ejerce su dominio sobre todo, es el Señor de todos los rincones de la Historia. Él sabe que ese aspecto de la responsabilidad humana es bueno, Él lo ha creado. La humillación, el derrumbamiento de una inconsistente construcción existencial sin Dios ha enseñado al pueblo escogido que Dios, en la libertad responsable de los hombres, derriba del trono a los poderosos, para que así lleguen a ser humildes y ensalzarlos (cf. Tb 13,1; Lc 1, 52).

A través del conocimiento de lo que me he hecho de mí, de cómo me he modelado con mis decisiones, puedo encontrar en mi indigencia la puerta abierta para apoyarme en Dios. Que el permita que beba de mi libertad es un acto de misericordia y de respeto. Dios me quiere salvar, pero sin mutilarme ni suplantar nada de lo que soy. Nos hizo libres y no nos salvará sin nuestra libertad.

Habrá que seguir escuchando a Händel.

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1 comentario:

Anónimo dijo...

Reconocer que son mis propias deciciones las que me van modelando, y no las personas y circunstancias de mi vida, me ayuda a confiarle a Dios toda mi vida, para llegar a ser esa persona que Él crea de nuevo constantemente.

¿Dónde está mi memoria?

¿Cómo puedo empezar a conocerme?

Necesito luz, mucha luz...