lunes, 12 de enero de 2009

Alguien nos espera

En la clausura del Año Santo de la Cruz, Mons. Monteiro de Castro ha dicho que "el desinterés por el futuro es casi una enfermedad". Lo cual es algo que podríamos considerar como uno de los signos de nuestro tiempo.

En nuestra sociedad, se ha ido perdiendo la esperanza en la vida eterna. La vida humana, para nuestra cultura, se ciñe al presente. Si, después de la muerte, lo que nos espera es la aniquilación, el futuro no ofrece ningún interés. Es más, es algo a temer, porque lo que cela en su indefinición es la destrucción de mi ser.

El pasado no corre mejor suerte. Todo lo valioso ocurrido en él está también llamado a desaparecer; solamente es conservado en la efímera memoria de los hombres. Y lo malo nunca tendrá redención. En esta óptica, el recuerdo deja de ser base para construir el futuro. Es verdad que los hombres hacen proyectos para las vacaciones, para la vejez, etc. Pero esto es un mini futuro, porque está cerrado por la nada y porque no está garantizado tan siquiera ese poco. Ciertamente, para el que cree en la vida eterna no está asegurado que viva pasado mañana en esta tierra, pero esto solamente es una circunstancia del futuro. Para él, el por-venir está garantizado; si muere, su vida no queda clausurada. No es que espere algo del futuro, es que espera  y es esperado por Alguien. El futuro es por-venir; Alguien viene a su encuentro.

El futuro limitado por la nada es solamente una prolongación de un presente decreciente, que poco a poco va siendo engullido por la aniquilación. Y no solamente desde un punto de vista cronológico. El presente va quedando horadado por el nihilismo. Este vacío hace del presente algo provisional; todo está infectado por la falta de definitividad.

Lo que tenemos es lo que se ve y palpa, pero puede desaparecer en cualquier momento. Hay que apresurarse a apurar este poco. Corramos, corramos que se acaba y tiremos lo que ya hayamos consumido; aunque sea un ser humano: el cónyuge, los hijos, etc.

Como no hay futuro, no hay sentido. Y, como falta éste, mejor no enfrentarse a la terrible pregunta del último "paraqué". Los usos sociales, las vigencias colectivas y las tradiciones que nos descargaban de pensar en lo secundario para podernos centrar en lo fundamental, han invertido su posición. Mi originalidad se plasma en lo anecdótico y, en lo esencial, mejor no pienso, mejor me dejo llevar por la masa. O bien idolatro un valor parcial y me lanzo al fanatismo. No es necesario que sea islamista; también hay fanáticos del Estado, del consumo, del sexo, etc. La vida parece más segura sobre un diosecillo.

¿Qué mejor caja de resonancia para que suene el anuncio de la Resurrección de Cristo, de que Alguien me espera y viene a mi encuentro? Sin embargo, reconozcámoslo, estamos ligéramente despistados. La falta de fe en la resurrección lastra y condiciona gravemente la vida de la Iglesia. No porque ella no sea para anunciar la Buena Noticia de la Victoria de Cristo sobre el pecado, el mal y la muerte, sino porque, al que no cree, no le damos lo que necesita. Solemos alimentarle con catequesis y sacramentos y lo que más precisa es kerygma.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, si al que no cree no le damos lo que necesita, será que nosotros también estamos necesitados de algo.

Supongo que ese mensaje estaba dirigido a sacerdotes, pero también puede extenderse a cualquier creyente.

Por favor, dejemos las críticas, en mi mente continuamente están las críticas, cada cosa que hago aparece una crítica de este tipo: si hubieras sido de esta forma ahora no te pasaría esto...

Aparece una crítica del tipo: la Iglesia es desconcertante...

No se si me explico, creo que no.

En mi opinión nos pasamos siendo desconcertantes, hasta el punto de que no hay forma de acertar.

Recuerdo que una vez una monja me preguntó: ¿porque has ido a la manifestación contra la educación actual?

- yo contesté: sobre todo porque me importa que se enseñe religión en los colegios,

- y me contestó: pues en este caso eso no era lo importante, lo importante era que se den subvenciones...de no se que... (Me gustaría acordarme bien porque era curiosa la conversación, pero no me acuerdo)

Bueno el caso es que pensé:¡¡ ozú no hay quien acierte¡¡

¡¡POR FAVOR NO MÁS CRÍTICAS, BUSQUEMOS OTRAS VÍA DE ENSEÑANZA¡¡

Anónimo dijo...

“… no le damos lo que necesita.”
“… y lo que más precisa es kerygma.”

En el Evangelio de hoy San Marcos nos cuenta que Jesús fue a la sinagoga a enseñar,”se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad”.

Para educar en la fe es tan necesario el respeto a la libertad como la autoridad.
Cuando se trata de educar en la fe es esencial la autoridad que brota del testimonio.

El verdadero testigo debe tener como modelo a Jesucristo, el testigo del Padre que no decía nada de sí mismo, sino que hablaba como el Padre le había enseñado (Jn 8,28).

A nosotros nos toca comprometernos con la verdad que proponemos, y la condición fundamental es nuestra relación con Cristo y con el Padre.

Anónimo dijo...

Querida Koobi-fora:

Se trata de amar no de acertar.
Lo curioso es que amando se acierta.

Besos.