Al decir "hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,38), María está pidiendo que sea Dios quien lleve a cabo todo cuanto le ha dicho el ángel, pero no sin ella. La gracia divina y la libertad de la Virgen concurrirán para llevarlo a cabo.
Una de las cosas que le ha dicho el mensajero divino es que tiene que poner un nombre al Hijo de Dios. Orar a Dios en su sí es decirle también "santificado sea tu Nombre". Su misión incluye ponerle un nombre, con todo lo que esto implica, al que es Dios. Para no tratar a Dios como a las cosas cuando lo nombramos, necesitamos su gracia. El nombre de Dios debe recibir en nuestro corazón y en nuestros labios la actitud debida a Dios mismo.
María está sobrecogida. Al rezar los salmos, como su pueblo, se ha dirigido a Dios muchas veces y, en lugar de su Santo Nombre, por reverencia, como cualquier piadoso judío, ha dicho Señor. Ahora va a tener que ponerle un nombre, como había anunciado Isaías 7,14; pero cuando lo tenga en sus brazos y arrulle, cuando lo llame mientras juegue, al hablar con Él,... tendrá constantemente su nombre en los labios. Su vida se va a convertir en un continuo acto de santificación del Nombre.
El ángel le ha dicho que el niño va a reinar sobre el trono de David y que su reino no va a tener fin. Cuando desde la más extrema humildad María dice sí, está diciendo "venga a nosotros tu Reino". Está pidiendo a Dios que su Hijo salga a los caminos y diga: "El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca, convertíos y creed en el Evangelio" (Mc 1,15). Que explique en sus parábolas y manifieste en sus hechos cómo es su modo de ejercer la soberanía.
Y también está pidiendo que sea coronado de espinas y entronizado en la cruz: "Este es Jesús, el Rey de los judíos" (Mt 27,37). Que sea glorificado tras la muerte y entronizado a la derecha del Padre y que al final de los tiempos venga en su gloria.
Y claro, que se haga la voluntad divina en la tierra como en el cielo. Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, en quien se unen cielo y tierra, es quien siempre cumple la voluntad del Padre. María quiere cumplir la voluntad del Padre, llevar en su seno unidos el cielo y la tierra y tenga lugar ahí, en sus entrañas, lo que dice la Carta a los Hebreos:
Por eso, cuando entró en el mundo, dijo: "Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: Aquí estoy, ¡oh Dios!, para hacer tu voluntad" (Hb 10,5ss).
Tendremos que seguir glosando Is 7,14. Sin querer, nos está saliendo una pequeña mariología. Espero que no esté resultando demasiado largo o pesado.
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