domingo, 4 de enero de 2009

El Mesías de Händel XIV

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Dejábamos a Ml 3,1ss. La llegada del Señor-Mensajero colmaría el Templo de gloria. Pero de ese Señor-Mensajero se nos dice que es buscado y es deseado. Se trata del anhelo más profundo del hombre y, por ello, es en lo que ponemos más empeño en hallar.

Dios no ha creado una realidad hueca de sentido. Ha creado todo y le ha conferido un sentido, una finalidad última, un para qué. Todo ha sido creado para ayudar al hombre en la prosecución de su fin y el hombre, al perseguir el suyo propio y usar las demás cosas en orden a éste, lleva a toda la creación hacia ese sentido. ¿Y para qué me ha creado Dios? ¿Cuál es el sentido de mi vida? ¿Hacia dónde encaminar mi existencia?

Él nos eligió en Cristo -antes de crear el mundo- para que fuésemos santos e irreprochables ante Él por el amor. Él nos ha destinado por medio de Jesucristo, según su voluntad y designio, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya (Ef. 1,4ss).


Por eso deseamos y buscamos al Señor-Mensajero, porque hemos sido creados para la divinización, para participar de la vida trinitaria. Y, como esto no lo podemos alcanzar con nuestras fuerzas, no sólo buscamos la vida divina, lo único que sacia nuestro corazón, sino que buscamos también a quien sacie esta sed (cf. Sal 42): "Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre" (Jn 1,12). Buscar nuestra identidad es buscar a Dios.

Pero este acuciante anhelo de divinidad, tratamos unas veces de silenciarlo y otras de satisfacerlo con sucedáneos. La sed nos habla de carencia de algo y nos da miedo; el tener que buscar algo nos dice que lo que tenemos es insuficiente y nos da miedo dejarlo. Por poco que esto sea, nos da algo. El demonio nos dice que Dios no nos quiere y nos da miedo. Intentamos no oír el deseo y lo intentamos acallar de muchas maneras. Matamos el tiempo y, al hacerlo, nos matamos. Nos di-vertimos y, al hacerlo con las muchas cosas que nos ofrece la vida, desviamos nuestra vida. Aturdimos nuestra atención y, al hacerlo, nos alimentamos de ruido.

Pero también intentamos saciar la sed con múltiples sucedáneos. y elevamos a la categoría de dios a tantas cosas. La lista sería interminable. Cada época tiene sus dioses y cada uno tiene su propio panteón con uno por encima de todos; pero nunca único, porque solamente el verdadero es solamente uno.

Que la belleza divina nos haga sentir con fuerza su atracción, que es nuestra acuciante hambre de eternidad, para que, sintiéndola más, más busquemos a su Hijo, que no está lejos, pues ya está presente en el deseo; pues nuestro anhelo de Dios es sentir que nos desea como hijos. Y, cuanto más lo hallemos, más lo amaremos y más nos pondremos a vaciar de falsos dioses su Templo, para que sólo su gloria lo llene y así su fulgor, para los demás, brille también con nitidez en nosotros.

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4 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Cómo puedo evitar la distracción que está dentro de mi?

Alfonso Gª. Nuño dijo...

El crecimiento espiritual tiene distintas etapas. En una de ellas, un elemento central es la educación de la atención. Ésta se distrae con muchas cosas en nuestro interior, principalmente en un rinconcito de él y no el más importante: la cabeza. La atención alcoholizada va una y otra vez a esa taberna; a veces hasta pernocta en ella. Un buen maestro espiritual enseña la sobriedad.

Si tienes director espiritual, pregúntale a él, porque, para las cuestiones prácticas y personales, como es la ascesis, es recomendable conocer a la persona, saber dónde está, poder conversar a fondo, etc. Para mí es muy importante ver la cara. Un blog tiene sus limitaciones para esto.

Si no tienes director espiritual y quieres crecer, mi consejo es que busques uno bueno. ¿Cuál es uno bueno? Que tenga experiencia personal en la vida espiritual y, como diría Sta. Teresa, que tenga letras, es decir, que tenga buena preparación. Si además queremos ponerle guinda al pastel, que también tenga experiencia ayudando a otros.

Por tu parte, pídele a Dios que ilumine a tu director y confía en el Espíritu Santo, que es el verdadero Maestro interior.

Espero que te haya servido para algo esta contestación.

Sonsoles dijo...

HOLA ALFONSO, ¿PODRIAS DEFINIRME AMOR DE DIOS? PORQUE SOLO LO CONOZCO DE UNA FORMA HUMANA, QUE UNA DE LAS FORMAS ES AFECTIVIDAD, PERO YO SÉ QUE ESO NO ES LO UNICO DE LA DEFINICION ·AMOR", ME LO PODRIAS DEFINIR?
BSS

Alfonso Gª. Nuño dijo...

Mira la Cruz, deja que el crucificado-glorificado te lo diga.

¿Por qué no te lo defino? Porque el amor de Dios es Dios mismo y Él es in-de-finible, es decir, como no tiene con-fines, porque es in-finito, no cabe en nuestros conceptos.

Como te digo que escuches, más que buscar quién te lo defina, busca quién te enseñe a escuchar, a mirar, a palpar a la Palabra hecha carne que es la que nos habla de Dios.