En una reciente entrevista, el cardenal Martini, preguntado sobre los asuntos inaplazables por orden de importancia, decía:
Ante todo, la actitud de la Iglesia hacia los divorciados, y luego, el nombramiento y la elección de los obispos, el celibato de los sacerdotes, el papel de los laicos católicos y la relación entre la jerarquía eclesiástica y la política.
No sé, aunque pueda hacerme una idea, a qué se refiera en cada caso concreto, pero, con independencia del contenido que se diera a cada asunto, cabría preguntarse si son los más urgentes e importantes. Desde luego, son cuestiones de peso, pero probablemente, junto a estas, se podrían encontrar otras. La Iglesia, también el mundo, vive un momento crucial, de un cambio de tal envergadura que mirar cuestiones puntuales, por sustanciosas que estas sean, acaso sea perder la perspectiva. En estos cambios epocales, las cuestiones son siempre de cimentación y las tareas a realizar son de largo recorrido.
Si hiciéramos una lista con los asuntos que están en cuestión, fácilmente nos daríamos cuenta de que son problemas muy serios y de que, en ellos, no están en juego algunos aspectos de los mismos, sino que el órdago lo es a la grande. ¿Y qué es lo que tendrían en común todos ellos? Ahí está el asunto. En mi insignificante opinión, lo que demanda la situación es un modelo de evangelización de verdad nuevo, porque todos los problemas lo que parecen pedir es ser cristiano a fondo en este mundo concreto, en el de hoy y no en el de hace siglos. No son momentos para introducir pequeños cambios en el modelo y prolongar la vida del mismo algún tiempo más. Los modos de hacer están siempre al servicio de cuestiones más altas; en el caso de la Iglesia, de la evangelización (anuncio, iniciación cristiana, pastoral). A lo largo de la historia de la Iglesia ha habido distintos modelos de la evangelización siempre nueva; seguramente estemos en un momento de esos de grandes cambios.
En la actualidad, salvo loabilísimas excepciones, la impresión que tengo es de que las cosas que se están haciendo, en muchos casos admirables y dignas de encomio, son como los epiciclos introducidos en el sistema ptolemaico ante los datos nuevos sobre las órbitas de los astros, prolongaron la vigencia del sistema algún tiempo, pero acabó cayendo. El modelo de cristiandad, que ya vivió un importante reajuste en la paz de Wesfalia y otros menores después, está pidiendo el relevo. Los problemas que señala Martini, y otros cuantos que se podrían añadir, son síntomas de que la casa necesita algo más que enjalbegarla.
¿Qué hacer? ¿Nos inventamos un cristianismo más al gusto del mercado? Evidentemente no. Un nuevo modelo de evangelización no comporta cambiar la Buena Nueva ni la identidad de la Iglesia. De lo que tenemos que darnos cuenta, ante todo, es de que todos los países del mundo son de misión, aunque acaso haga falta morder más el polvo para caernos de la nube y percatarnos de que ni hay países católicos, por muchas raíces que tengan, ni que un determinado modelo histórico es sinónimo de evangelización. Mientras tanto, el Espíritu Santo sigue trabajando y lo nuevo ya está germinando.
3 comentarios:
"... porque todos los problemas lo que parecen pedir es ser cristiano a fondo en este mundo concreto, en el de hoy..."
La oración colecta de ayer domingo, que se reza en Laudes y Vísperas de esta semana, dice: "y concede a todos los cristianos rechazar lo que es indigno de ese nombre y cumplir cuanto en él se significa."
Pidámoslo para todos nosotros de verdad.
Pues yo de esto ni papa, pero me puede decir alguien como hacerse con la nueva encíclica del Papa, que dicen que le quieren dar un nobel de economía? Se la quiero regalar a mis padres y asi de paso las leo yo
Aquí puedes encontrar el texto de la encíclica.
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