martes, 27 de enero de 2009

El Mesías de Händel XXIV

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En su estar aquí, María recibe la palabra que le da el ángel y desde ahí responde a ella: "Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,38). Esta respuesta no es un simple sí, es también una oración; la misión que se le encomienda es muy grande. Todo lo que nos pide Dios nos sobrepasa, cuánto más ser Madre de Dios.

Su respuesta es la más libre, pues está dicha desde la ausencia de pecado. Libre de toda atadura de éste, en donde es libre María para su misión es en la gracia de Dios. La llena de gracia (Lc 1,28) es la libre en la gracia y, por ello, libre del mal y libre para lo que Dios quiera. Por ello, está libre de cualquier engaño o presunción, sabe que con sus solas fuerzas humanas no puede llevar a cabo su misión; Adán cayó en la tentación y creyó que podía él solo. El Señor está con ella, esto es un don, y María necesita que siga caminando con ella hacia este destino que ahora se le revela.

Su respuesta es la oración de un mendigo que lo necesita todo de Dios, aunque lo tenga todo de Él. Cuanto mayor es la gracia, mayor es el conocimiento de nuestra indigencia; cuanto más agraciados, más sabedores de nuestra menesterosidad. Lo mismo que en María, en el verdadero discípulo, responder afirmativamente a Dios solamente es posible si nuestro sí es una oración.

María aún no dice Padre, todavía no le habla directamente a Dios. Es el Señor; el arcángel Gabriel llevará la respuesta. Pero en ella está embrional y proféticamente presente el Padre Nuestro. María es siempre profecía de Jesús; a Él nos envía y en Él encontramos en plenitud y venido del seno de la Trinidad lo que en ella veíamos. Pero María es también cumplimiento de discipulado; es otro Jesús.

Tendremos que ver cómo está anunciada la oración que nos enseñó Jesús en la respuesta de María.

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1 comentario:

Anónimo dijo...

"Atráeme y correremos".
Como decía Santa Teresa del Niño Jesús.