viernes, 24 de abril de 2020

Jn 6,1-15. Se fue




1Después de esto, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea (o de Tiberíades). 2Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. 3Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. 4Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. 5Jesús entonces levantó los ojos y, al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: «¿Con qué compraremos panes para que coman estos?». 6Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. 7Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo». 8Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: 9«Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?». 10Jesús dijo: «Decid a la gente que se siente en el suelo». Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil. 11Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. 12Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda». 13Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. 14La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: «Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo». 15Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.


Jesús no solamente ve a sus discípulo, ve más allá, ve a la gente, y sus necesidades. Ante ellas no queda indiferente, sino que actúa haciendo actuar también a sus discípulos.

Jesús también ve nuestras necesidades ahora, no solamente las sanitarias, económicas y políticas, las ve todas. Ve la necesidad que tenemos de Él, la necesidad que tenemos de saber que estamos necesitados, que no somos autosuficientes.

Pero la necesidad es de Él, no de un monigote, no de algo construido por nosotros y, por tanto, manipulable, aunque inútil, al ser solamente un sucedáneo del verdadero Jesús.

En esta situación tan extrema para tantos, muchos acaso hayan descubierto esa necesidad de Jesús, pero también hayan podido tener algunos la tentación de nombrarlo rey, de meterlo dentro de una figura que se pueda dominar, de darle un nombre y, por tanto, ponerlo bajo norma.

Otros tal vez se hayan dado cuenta de que antes de la pandemia habían intentado nombrar rey a Jesús, que el Jesús que se traían en sus manos era una marioneta vestida con armiño, orlada de devociones, pero, a la postre, un mísero muñeco cuya única utilidad era confirmarlos en su soberbia.

Una pandemia puede ser un momento en el que nos demos cuenta de que Jesús no se deja nombrar rey.


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