sábado, 11 de abril de 2020

Mt 28,1-10. No temáis




1Pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana, fueron María la Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. 2Y de pronto tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del Señor, bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra y se sentó encima. 3Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la nieve; 4los centinelas temblaron de miedo y quedaron como muertos. 5El ángel habló a las mujeres: «Vosotras no temáis, ya sé que buscáis a Jesús el crucificado. 6No está aquí: ¡ha resucitado!, como había dicho. Venid a ver el sitio donde yacía 7e id aprisa a decir a sus discípulos: “Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis”. Mirad, os lo he anunciado». 8Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas de miedo y de alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos. 9De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «Alegraos». Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante él. 10Jesús les dijo: «No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».

En esta Vigilia Pascual, a la que demasiados, pese a a ser la celebración más importante del año, no han podido asistir, resonaba en medio del gozo por la resurrección del Señor repetidamente en el Evangelio: «No temáis».

En esta noche, han sonado, en medio de nuestra pandemia, con un sabor especial esas palabras. El acontecimiento, que tuvo lugar de una vez para siempre, ocurrió para mí, para cada uno de nosotros, para cada ahora. Y es ahí donde Cristo resucitado nos sale al encuentro.

En medio del temor por el contagio de la enfermedad, por el desenlace de la misma a quien la esté padeciendo, por el temor del ser querido gravemente enfermo por ella, por el temor ante el incierto futuro económico, político,... Cristo nos vuelve a decir: «No temáis». La muerte ha sido vencida, la muerte no tiene la última palabra, la muerte no es lo definitivo.

Hay muerte en el mundo, dramáticamente los miles de muertos de la pandemia nos lo hacen recordar; es más, son momentos en los que, además de tener presente que los hombres mueren, vivamente podemos sentir que uno mismo va a morir. Pero esa muerte está vencida.

Está vencida la muerte, está vencido el mal, está vencido el pecado. Y, por ello, nuestra existencia, incluso en medio de una situación tan dramática como la que nos está tocando vivir estos días, está empapada de esperanza.

No esperanza un un triunfo pasajero, no esperanza en una vida prolongada indefinidamente, sino esperanza en la vida eterna, en la vida divina.

¡Cristo ha resucitado! ¡Felices Pascuas!

@GlosasM

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