miércoles, 29 de abril de 2020

Mt 11,25-30. Aliviados




25En aquel momento tomó la palabra Jesús y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. 26Sí, Padre, así te ha parecido bien. 27Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. 28Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. 29Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. 30Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».


Siempre hay motivos en la vida para andar cansado y agobiado; en realidad, esas ocasiones ponen de manifiesto el constante agobio y cansancio que es dar respuesta a esa gran cuestión que siempre traemos entre manos que no es otra que nuestra propia vida. Pero hay momentos en que ese agobio y cansancio se acentúan, bien por la posición que uno hubiese tomado ante la realidad bien por cambios en el entorno que pongan a prueba la respuesta que le íbamos dando a nuestro vivir.

Sin duda ninguna, estamos en una de esas ocasiones en que nuestra vida está sometida a una extrema prueba de resistencia de materiales. Cansados y agobiados, pese a estar en la profesión de tu vida, pero el hospital puede resultar angustiante en esto momentos ante tanta muerte y agonía. Agobiados y cansados por la carga familiar ante la certidumbre de un presente y mañana económicos desastrosos. Cansados y agobiados, en virtud de la impotencia ante unos gobernantes desbordados por las circunstancias, al no estar en la mano de uno corregir el rumbo del transatlántico hacia el iceberg... Agobiados y cansados también porque la situación extrema ha podido poner en tela de juicio la solidez de los palos que sostenían el pobre sombrajo vital que uno se había construido.

Y a todo el que está cansado y agobiado, no hacen falta más credenciales, Jesús le dice que vaya a Él, no porque no vaya a tener una carga, sino porque la suya es aliviante. De una carga se habla en el Evangelio. El que quiere ir con Él, solamente tiene que hacer dos cosas: negarse a sí mismo y cargar con la cruz, entonces estará en condiciones para seguirlo.

Entonces, en medio de la tormenta, en medio de toda la problemática y angustia, encontraremos nuestro descanso. Ese descanso del que nos habla el Génesis al término de la creación. El descanso de Dios no es el del que se fatiga al trabajar y necesita reponer energías después de un duro esfuerzo. Es el descanso del que está libre de crear, el que está suelto de, del que es Absoluto, del Santo.

Por eso, en los mandamientos se reserva un día de descanso y santidad. Un día para aprender y comenzar a vivir divinamente, paradisíacamente. Pero un reposo y santidad para el cual se requiere llevar un yugo llevadero, no porque se pueda portar con facilidad, sino porque nos hace capaces de llevarlo, y una carga ligera, porque es aligerante.

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