domingo, 8 de marzo de 2009

Callar para hablar. Marcos 9,1-9

Los discípulos, por lo que nos cuenta Mc 9,1-9, debieron de entender poco del misterio de la Transfiguración; con el Espíritu Santo, tras la resurrección, sabrían y podrían contar.


Jesús les dice que no cuenten nada hasta la plenitud de la Pascua. Esto nos suele extrañar, no poca gente saldría a pregonarlo; algunos hasta irían a la televisión. Pero los encuentros con Dios son paradójicos. Tienen un componente de envío a anunciar y otro de pudor a callar, a velar el misterio, la intimidad vivida con Él. A veces es necesaria la espera, no es el momento; bien porque no es el tiempo del oyente bien porque el pregonero tiene que madurar.

Los apóstoles deben esperar. Aún no comprenden, no tienen el Espíritu Santo, y tampoco lo han visto todo, al Jesús entero. Han visto la humanidad y ahora se les ha mostrado la gloria de la divinidad. Han oído ya el anuncio de su pasión, pero tienen que ser testigos de la muerte y resurrección.

Para tener palabras sobre Jesús necesitan verlo entero a redrotiempo desde la plenitud del Espíritu y que no tengan solamente su voz para contarlo, sino también la fuerza divina para poderlo llevar a cabo. Poco contamos, si sólo decimos lo que nuestros ojos han podido ver y nuestra memoria recordar; poco anunciamos, si hablamos únicamente con nuestra voz. A veces hay que callar para poder hablar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Quien tiene experiencia de Dios se da cuenta de que no conoce las palabras para intentar siquiera describir ese encuentro. Es un regalo que cambia toda la vida.
En ese cambio está el envío, la misión. Siente uno necesidad de dar a conocer, de compartir la experiencia, pero al no saber las palabras, se da cuenta de que sólo con la propia vida puede hacerlo. Su testimonio es su propia vida.

xavier dijo...

Está en lo cierto, Zaqueo.
Plenamente de acuerdo.