Dejábamos la glosa a esa noticia en su primer punto. Pero los firmantes continuaban y, en su segundo punto, para la efectiva separación entre Estado y confesiones religiosas, pedían "la exclusión de la enseñanza de la religión confesional en la escuela".
Lo cual resulta un tanto contradictorio con su propósito, suponiendo que de lo que se trate es de que cada quien tenga autonomía en lo propio. En esta petición, lo que se está pidiendo, en realidad, es la intromisión del Estado. ¿Pero dónde?
Ciertamente no en la esfera de la Iglesia o de cualquier otra confesión religiosa. Aparentemente -aquí está la celada- aparece como algo entre el Estado y las religiones, pero el derecho a educar a los niños no es ni de las confesiones religiosas ni del Estado, sino de los padres.
La petición se convierte, por ello, en una retorsión de la realidad y en una invasión en los derechos de los padres. Tal vez lo que había que promover, además de la separación Estado-confesiones religiosas, es la separación Estado-familia. O lo que es lo mismo, que las autoridades e instituciones públicas no se entrometan en lo que no les concierne y que hagan lo que les compete, es decir, ayudar a los padres en lo que éstos quieran.
En cuestión de enseñanza, lo que hay que pedir es que de verdad haya libertad de enseñanza. Que de verdad los padres puedan elegir la educación que quieran para sus hijos, incluido el poder hacerlo ellos mismos, y que el que quiera dedicarse a la enseñanza, poniendo un colegio, lo pueda hacer libremente, incluyendo el tipo de pedagogía. Y el Estado que vigile que los niños reciban, al menos, unos mínimos de instrucción en unas condiciones adecuadas y que la situación económica de los padres no sea una barrera.
Y, claro, si los padre quieren que tengan una determinada enseñanza religiosa y que de ésta se encargue una determinada confesión religiosa, pues eso, que no meta el Estado en esto, que es de los padres, las narices.
Continuaremos otro día.
Lo cual resulta un tanto contradictorio con su propósito, suponiendo que de lo que se trate es de que cada quien tenga autonomía en lo propio. En esta petición, lo que se está pidiendo, en realidad, es la intromisión del Estado. ¿Pero dónde?
Ciertamente no en la esfera de la Iglesia o de cualquier otra confesión religiosa. Aparentemente -aquí está la celada- aparece como algo entre el Estado y las religiones, pero el derecho a educar a los niños no es ni de las confesiones religiosas ni del Estado, sino de los padres.
La petición se convierte, por ello, en una retorsión de la realidad y en una invasión en los derechos de los padres. Tal vez lo que había que promover, además de la separación Estado-confesiones religiosas, es la separación Estado-familia. O lo que es lo mismo, que las autoridades e instituciones públicas no se entrometan en lo que no les concierne y que hagan lo que les compete, es decir, ayudar a los padres en lo que éstos quieran.
En cuestión de enseñanza, lo que hay que pedir es que de verdad haya libertad de enseñanza. Que de verdad los padres puedan elegir la educación que quieran para sus hijos, incluido el poder hacerlo ellos mismos, y que el que quiera dedicarse a la enseñanza, poniendo un colegio, lo pueda hacer libremente, incluyendo el tipo de pedagogía. Y el Estado que vigile que los niños reciban, al menos, unos mínimos de instrucción en unas condiciones adecuadas y que la situación económica de los padres no sea una barrera.
Y, claro, si los padre quieren que tengan una determinada enseñanza religiosa y que de ésta se encargue una determinada confesión religiosa, pues eso, que no meta el Estado en esto, que es de los padres, las narices.
Continuaremos otro día.
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