domingo, 1 de marzo de 2009

Del desierto al Paraíso. Marcos 1, 12-15



El evangelio de S. Marcos es sumamente parco, el más corto de los cuatro, pero, en su brevedad, es de una gran densidad. El relato de las tentaciones de Jesús apenas se extiende a dos versículos.
En seguida el Espíritu lo llevó al desierto, donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía entre las fieras y los ángeles lo servían (Mc 1, 12s).
Inmediatamente después de su investidura mesiánica ante el pueblo, empieza su misión dirigiéndose al desierto y allí está cuarenta días. Para entrar en la Tierra Prometida, el pueblo de Israel tuvo que andar cuarenta años por el desierto.

Adán fue tentado en el Paraíso; Jesús, en cambio, lo es en el desierto. Aunque, en cuanto estamos en comunión con Él, estamos en el Paraíso, Jesús es tentado en el desierto, porque se encarnó con todas las consecuencias. Su humanidad no es un abstracto, solamente se puede ser hombre de forma concreta. Y el mundo en que vivió como hombre era un desierto, porque estaba regido por el pecado. Lejos de Dios no hay vida, sin Él la existencia es desértica.

Como Adán fue tentado, pero, a diferencia de él, Jesús triunfa sobre la tentación. ¡Con qué sobriedad lo dice Mc! Solamente escribe que fue tentado y el que solamente es tentado no peca, sale victorioso de la prueba.

Y entonces el evangelista nos ofrece en dos pinceladas algo extraordinario. Jesús, el vencedor de Satanás, vive en el Paraíso. Si Adán hubiera dicho que no, habría seguido viviendo en comunión con el resto de la creación, las fieras no se habrían convertido en una amenaza para él y habría vivido aceptando la ayuda de los ángeles en su camino de santidad. La puerta de retorno al Paraíso es la victoria sobre las tentaciones.

Y entonces comienza Jesús el anuncio (Mc 1,14-15). El tiempo del cumplimiento de las promesas ha llegado. Vivir bajo la soberanía divina en vez de bajo el dominio del pecado está cerca, hay que convertirse y creer esta Buena Noticia. En Jesús, Dios nos brinda la gracia para que nosotros podamos también salir vencedores de las tentaciones y entrar en la Tierra Prometida. Jesús ha triunfado y quiere hacernos partícipes de su victoria.

7 comentarios:

Sonsoles dijo...

Mi gran amigo Alfonso, gracias por meterme en la situación de Jesús frente a las tentaciones, has conseguido que yo misma me metiera en el desierto y me diera cuenta de la situacion, ademas la comparación con las tentaciones de Adan ha sido muy instructiva.
Gracias.

Giocondo dijo...

Lo que más me llama la atención de este pasaje es pensar que Jesús tuvo necesariamente que narrarles a los apóstoles esta experiencia personal .
"¿Por qué el Padre permitiría que Jesús se encontrase a solas con Satanás? ¿Por qué le dejó solo con él?" Son preguntas que Norman Mailler se ha hecho en su libro "El Evangelio según el Hijo" donde el escritor narra la Historia de Jesús en primera persona .
En el libro de Mailer , el pasaje del desierto termina con esta reflexión por parte de su protagonista , Jesús, que dice no comprender porqué el Padre le dejó a solas con Satanás, pero tampoco le pide explicaciones, sólo nos lo cuenta como discípulos suyos

Anónimo dijo...

Creo que el Padre permitió que Jesús se encontrase a solas con Satanas para que enseñarnos a vencer las tentaciones.
El demonio nos tienta a cada uno en particular no en grupo.
El demonio nos sale al encuentro cuando estamos solos.

Anónimo dijo...

La tentada ciertamente es la persona concreta, pero hay tentaciones coordinadas para que converjan varias personas en un mal de modo que el resultado sea más que la adición de los males individuales que cada uno por separado pudiera producir. Uno de estos males por concurrencia de pecados personales son las tentaciones que, por mediación de un grupo, sufrimos. Tal vez la más corriente sea el grupo de personas que habla mal de alguien y me incita a entrar en esa conversación.

Anónimo dijo...

De acuerdo. En este ejemplo hay un grupo de personas pero siempre estoy yo solo frente a lo que se propone. Si me incitan a entrar en esa conversación, siempre puedo decidir, entrar o no, cambiar la conversación suave o bruscamente, hacer ver que eso no está bien o sencillamente dejar que siga su curso. Mi respuesta siempre es personal y me pedirán cuenta de ella. ¿no es así?

Anónimo dijo...

Zaqueo, gracias por tus abundantes comentarios que enriquecen el blog. Prueba de ello son los de hoy. Sigo matizando, perdón por ser tan puntilloso a veces.

Soy tentado personalmente, al final, soy yo sólo quien debo responder a la tentación. Que no es lo mismo que decir "cuando estamos solos". Puedo estar con alguien, con muchos, no estoy solo y, sin embargo, soy tentado personalmente y sólo yo respondo.

Personalmente y solo (átona, sin tilde) no son sinónimos. En cuanto que la respuesta sea desde el interior, figuradamente puede hablarse de una respuesta desde la soledad, pero claro, haciendo abstracción de que estoy con otros.

Es más, por la comunión de los santos, aunque sólo respondo yo, no respondo solo. Además de que puedo ser tentado por otros y en compañía, la victoria sobre la tentación solamente es posible en comunión; la gracia no nos desgaja, hasta el más solitario ermitaño está en comunión con otros. Y con quien sobre todo estamos en comunión es con Cristo, el vencedor de las tentaciones.

Gracias de nuevo por tu intervención, pues me ha dado ocasión para hablar, además de la tentación conjunta, de la respuesta en comunión.

Anónimo dijo...

Gracias, gracias...
Ha dado con el punto. "aunque sólo respondo yo, no respondo solo".
Gracias de nuevo.