viernes, 27 de marzo de 2009

VI - La Verónica enjuga el rostro de Jesús. 2Corintios 3,18.4,5s

Y nosotros todos, que llevamos la cara descubierta, reflejamos la gloria del Señor y nos vamos transformando en su imagen con resplandor creciente; así es como actúa el Señor, que es el Espíritu. [...] Nosotros no nos predicamos a nosotros mismos, predicamos que Cristo es Señor y nosotros siervos vuestros por Jesús. El Dios que dijo: Brille la luz del seno de la tiniebla, ha brillado en nuestros corazones, para que nosotros iluminemos dando a conocer la gloria de Dios, reflejada en Cristo (2Cor 3,18.4,5s).
Creados a imagen y semejanza de Dios, con el pecado la imagen quedó empañada. En el bautismo es como si Jesús hubiera enjugado su rostro en nuestros corazones para devolver su esplendor al icono de la divinidad (Verónica=verdadero icono) que somos cada uno de nosotros; esa es nuestra vocación.

El bautismo es una participación en el misterio Pascual del Señor y, en éste, en todos sus misterios. Así como la humanidad de Jesús manifestaba la gloria de su divinidad, el bautizado, por el don del Espíritu, refleja también la gloria de la divinidad. Se trata de una nueva creación, es un puro don del poder de Dios.

Si no fuera por esto, nuestras palabras sobre Jesús solamente serían palabras humanas que hablaran de nosotros. Si diéramos la espalda a ese don, nuestras palabras, nuestros gestos, nuestras obras, hablarían sólo de nosotros, por alquitarada que fuera nuestra teología, por refinada que fuera nuestra retórica.

Ciertamente algunos tienen el ministerio de la predicación y del anuncio, pero todos, cada uno según su carisma, ha de ser un anuncio continuo de Jesús. Todas nuestras tareas, por humildes que nos parezcan, todas nuestras palabras, por torpes que creamos que sean, son lugar para que brille la gloria de la divinidad.

Este don de la gloria está llamado a crecer, a que nuestra vida sea un creciente misterio de la Transfiguración, a que nos transformemos en su imagen con resplandor creciente. Por ello, la vida del cristiano es un camino de purificación, para que nuestro corazón sea pura transparencia para su luz.

1 comentario:

zaqueo dijo...

Que preciosa y profunda reflexión!!! Garcias.

Todas nuestras tareas... palabras... son lugar para que brille la gloría de la divinidad.
¡Que grande es nuestra vocación!

¿Vivo y actúo consciente de mi dignidad de hijo por el bautismo, o me considero siervo de un amo severo? ¿Doble personalidad?