Me alegro de sufrir por vosotros: así completo en mi carne los dolores de Cristo, sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia, de la cual Dios me ha nombrado ministro, asignándome la tarea de anunciaros a vosotros su mensaje completo: el misterio que Dios ha tenido escondido desde siglos y generaciones y que ahora ha revelado a sus santos. [...] Este misterio es Cristo, en quien están encerrados todos los tesoros del saber y el conocer (Col 1, 24ss.2,3).
"No lloréis por mí" (Lc 23,28). El sufrimiento tal y como aparece en el Nuevo Testamento es un sinsentido para el mundo. No es algo cuya existencia esté negada. Jesús siente dolor, sufre,... Pero ni siquiera la muerte tiene la última palabra. Por eso, el sufrimiento tiene una nueva significación para el creyente.
"Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos" (Mt 5,11s). S. Pablo se alegra de sufrir por los creyentes de Colosas, porque así vive conforme a Cristo, sufre por la Iglesia, y, en él que es un miembro del cuerpo del Señor, la Iglesia también se asemeja a Jesús en su pasión.
El apóstol ha recibido la tarea de anunciar el misterio de Dios, que es Cristo. No es una teoría ni una ideología ni unos conceptos ni unos ritos ni unas normas: es Alguien. Y S. Pablo lo anuncia no solamente con sus torpes palabras, sino con su propia persona, por limitada y pecadora que sea. Lo hace con todos los recursos, para que lleguen a la madurez de la fe en Cristo Jesús; pero no lo hace apoyado en sus propias fuerzas, sino en la fuerza poderosa del Resucitado (cf. Col 1,28). Jesús, al acercarse a aquellas mujeres, les está manifestando, en su pasión, el misterio de Dios que es Él mismo. Esa cruz que es fuerza y sabiduría de Dios.
"Llorad por vosotras y por vuestros hijos" (Lc 23,28). Si esto es lo que hace el mal sobre el justo, qué no hará sobre el pecador. Por eso, las lágrimas de compunción eran uno de los dones más pedidos por los antiguos monjes, porque lo único que verdaderamente mata al hombre es el pecado. Estas lágrimas están abiertas a la esperanza: "Dichosos los que lloran" (Mt 5, 5). Ellos serán consolados por Jesús.
Este consuelo es la dicha de poder caminar con Él, porque su perdón es devolvernos a la comunión con Dios, para que identificándonos con Él en la persecución, lo acompañemos también en la gloria: "Vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros" (Mt 5, 12).
"Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos" (Mt 5,11s). S. Pablo se alegra de sufrir por los creyentes de Colosas, porque así vive conforme a Cristo, sufre por la Iglesia, y, en él que es un miembro del cuerpo del Señor, la Iglesia también se asemeja a Jesús en su pasión.
El apóstol ha recibido la tarea de anunciar el misterio de Dios, que es Cristo. No es una teoría ni una ideología ni unos conceptos ni unos ritos ni unas normas: es Alguien. Y S. Pablo lo anuncia no solamente con sus torpes palabras, sino con su propia persona, por limitada y pecadora que sea. Lo hace con todos los recursos, para que lleguen a la madurez de la fe en Cristo Jesús; pero no lo hace apoyado en sus propias fuerzas, sino en la fuerza poderosa del Resucitado (cf. Col 1,28). Jesús, al acercarse a aquellas mujeres, les está manifestando, en su pasión, el misterio de Dios que es Él mismo. Esa cruz que es fuerza y sabiduría de Dios.
"Llorad por vosotras y por vuestros hijos" (Lc 23,28). Si esto es lo que hace el mal sobre el justo, qué no hará sobre el pecador. Por eso, las lágrimas de compunción eran uno de los dones más pedidos por los antiguos monjes, porque lo único que verdaderamente mata al hombre es el pecado. Estas lágrimas están abiertas a la esperanza: "Dichosos los que lloran" (Mt 5, 5). Ellos serán consolados por Jesús.
Este consuelo es la dicha de poder caminar con Él, porque su perdón es devolvernos a la comunión con Dios, para que identificándonos con Él en la persecución, lo acompañemos también en la gloria: "Vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros" (Mt 5, 12).
3 comentarios:
"Esa cruz que es fuerza y sabiduría de Dios".
Misterio que se desvela poco a poco cuando al abrazar mi cruz descubro que Jesús está ahí clavado, me mira y me enseña qué es misericordia.
Con Él sufrir se hace dulce, suave...
Es una locura... de amor.
"Llorad por vosotras y por vuestros hijos"
he oido decir que ser madre es vivir una agonía ..lo decia mi madre. Cuando lo decia me repateaba como si fuera una queja, sin embargo me reconfortaba verla llorar en mi sufrimiento..en mis fracasos, en mis fallos y eso me daba una prueba de fidelidad y un motivo ..pues no queria verla llorar por mi
Que Jesucristo, cargando una Cruz, se pare a "consolar" a quien llora es pura fidelidad a su Palabra. Un niño comprende el llanto de su madre y ve sentido y valor en el.
La madre no debe llorar por el hecho de que exista la Cruz en el mundo ( No es un concepto por el que haya que amargarse, pues es la fuente del bien) sino personalizar ese sufrimiento, por ella y por sus hijos: Imagino a un niño enfermo o moribundo que consuela a su madre y le pide que no llore pero se siente por este hecho amado en fidelidad.
Somos todos como niños enfermos, que nos damos cuenta de Ser amados en Jesus.
El resto de las palabras de Jesus en estepasaje no he llegado a comprenderlas
Mrs. Wells,
"Si en el leño verde hacen esto , en el seco ¿qué se hará?" (Lc 23,31). Si en el inocente, que es Jesús, se ceba de tal modo el mal, ¿qué no será en los culpables, que son todos los pecadores, madres e hijos? Por eso deben llorar por ellas y por los hijos, pero no lagrimas de plañidera en un funeral, sino de compunción.
El titulo de la estación es tradicional; me parece que tal vez sería mejor "Jesús llama a la conversión en las mujeres de Jerusalén".
Espero que esto te lo aclare.
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