
Nosotros, por el pecado, partimos de la lejanía de lo santo y el vacío, la necesidad de saciar el anhelo de divinidad, intentamos apagarlo con nuestros medios que solamente alcanzan a míseros sucedáneos de lo eterno. Y, lejos de curarnos, lo que crece en nosotros es la soberbia y, con ésta, la insatisfacción que intentamos acallar aturdiéndonos y entreteniéndonos con mil cosas.
Ya es una gracia el caer en cuenta de esta situación, ya es un gesto de misericordia de Dios que en nuestro interior resuene que estamos cansados y agobiados y que nada ni nadie nos puede aliviar. La derrota puede ser el comienzo de nuestro triunfo.
Desde ahí es como podemos hacer nuestra la llamada. Todos los hombres sufren esa angustia y cansancio, pero cuando Dios nos ha regalado el sentir nuestra impotencia, entonces podemos sentirnos aludidos cuando oímos: "Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré" (Mt 11,28).
¿Y qué será este alivio? ¿Solamente no sentir cansancio y agobio o será también ligereza y alegría? ¿Y cómo será esto posible? ¿Cómo me aliviará Jesús?
¿Y qué será este alivio? ¿Solamente no sentir cansancio y agobio o será también ligereza y alegría? ¿Y cómo será esto posible? ¿Cómo me aliviará Jesús?
Continuaremos.
2 comentarios:
Oh! que bonito, gracias por el post..
La verdad tae la hemorroisa queria (yo creo) pasar desapercibida, así tocando el manto como quien no quiere la cosa y va Jesus y la hace famosa ...pero la curó. Parece que la fe es lo más importante
"...cuando Dios nos ha regalado el sentir nuestra impotencia,..."
Es un regalo que me cuesta aceptar porque en él está la verdad de mi mismo.
Necesito humildad para amar mi impotencia como Él la ama... y me hará capaz de su omnipotencia.
Necesito humildad para amar mis pecados como Él los ama, son lo único que tengo para darle. A través de ellos Él encuentra nuevos caminos para amarme.
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