[<—El Mesías de Händel I—]
[Hace ya algún tiempo que empezamos a glosar Lc 2,9s.13. Después de un paréntesis de algunas semanas en que nos hemos detenido en cuestiones cuaresmales, volvemos a la carga donde lo dejamos]
El ángel se dirige a los pastores que están envueltos en la gloria y extremecidos de temor y les dice: "No temás, os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo" (Lc 2,10).
En medio de esa gloria escuchan una voz que les va a traer una novedad que va más allá de lo que pueda entender la inteligencia humana y que pueda ocurrir como efecto simplemente de la causalidad mundana. Toda noticia sobre el acontecer de Dios, sobre su intervención en nuestro mundo, si es de verdad noticia sobre Él, tiene un momento de desvelamiento de su misterio, porque el acontecer de Dios es revelación de Él mismo.
Los pastores no han sido testigos directos del nacimiento del Niño, nosotros tampoco lo hemos sido ni de la Encarnación ni del Nacimiento ni de la Resurrección ni de ninguno de sus misterios, pero de ellos, de Jesús nos llega la noticia. Ésta y su escucha presentan dos caras: su rostro creatural y lo sobrenatural.
Y toda buena nueva divina, como en la Resurrección, nos invita a salir del temor y nos llena de alegria, porque toda noticia de Dios es pregustación del gozo eterno.
El ángel se dirige a los pastores que están envueltos en la gloria y extremecidos de temor y les dice: "No temás, os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo" (Lc 2,10).
En medio de esa gloria escuchan una voz que les va a traer una novedad que va más allá de lo que pueda entender la inteligencia humana y que pueda ocurrir como efecto simplemente de la causalidad mundana. Toda noticia sobre el acontecer de Dios, sobre su intervención en nuestro mundo, si es de verdad noticia sobre Él, tiene un momento de desvelamiento de su misterio, porque el acontecer de Dios es revelación de Él mismo.
Los pastores no han sido testigos directos del nacimiento del Niño, nosotros tampoco lo hemos sido ni de la Encarnación ni del Nacimiento ni de la Resurrección ni de ninguno de sus misterios, pero de ellos, de Jesús nos llega la noticia. Ésta y su escucha presentan dos caras: su rostro creatural y lo sobrenatural.
Y toda buena nueva divina, como en la Resurrección, nos invita a salir del temor y nos llena de alegria, porque toda noticia de Dios es pregustación del gozo eterno.
[Continuaremos]
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