Después del pequeño salto del libretista, una multitud de ángeles se junta tras las palabras del enviado divino, alabando a Dios (Lc 2, 13).
La misión del ángel, como la de cada uno, es individual, pero nunca está desgajada de los demás. En el caso del creyente, la misión siempre es eclesial. Pero además de la dimensión comunitaria, este versículo nos da a conocer algo crucial, las noticias sobre el acontecer de Dios en la Historia siempre van unidas a la alabanza, porque el obrar divino, la grandiosidad de su acción amorosa, despierta al reconocimiento de ella.
Las palabras sobre Dios, cuando no van envueltas de alabanza, cuando no desvelan en su fondo la glorificación divina, serán solamente dichos que aparentemente tengan que ver con Él, pero no hablarán vitalmente desde Él. Las palabras enraizadas en el obrar misericordioso de Dios vibran desde su grandeza amorosa.
Y las miríadas de ángeles, poniéndoles voz el coro de nuestro oratorio, dicen: "Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que Dios ama" (Lc 2,14).
El Salmo 29 comienza así: "Hijos de Dios, aclamad al Señor, aclamad la gloria y el poder del Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor" (29,1s). Y termina así: "El Señor bendice a su pueblo con la paz" (29,11).
Entre medias, el salmista, como motivo de glorificación, canta a la voz de Dios. En Cristo, en su Hijo, ha sonado su voz salvíficamente para sus elegidos: su Palabra se ha hecho carne. En Jesús, Dios reina sobre todo y es salvación para el hombre: "El Señor se sienta por encima del aguacero, el Señor se sienta como rey eterno. El Señor da fuerza a su pueblo, el Señor bendice a su pueblo con la paz" (29,10s). La división ocasionada por el pecado llega a su fin.
Ángeles y hombres unidos en un mismo coro cantan lo mismo y por lo mismo: "En su templo un grito unánime: ¡Gloria!" (29,9).
La misión del ángel, como la de cada uno, es individual, pero nunca está desgajada de los demás. En el caso del creyente, la misión siempre es eclesial. Pero además de la dimensión comunitaria, este versículo nos da a conocer algo crucial, las noticias sobre el acontecer de Dios en la Historia siempre van unidas a la alabanza, porque el obrar divino, la grandiosidad de su acción amorosa, despierta al reconocimiento de ella.
Las palabras sobre Dios, cuando no van envueltas de alabanza, cuando no desvelan en su fondo la glorificación divina, serán solamente dichos que aparentemente tengan que ver con Él, pero no hablarán vitalmente desde Él. Las palabras enraizadas en el obrar misericordioso de Dios vibran desde su grandeza amorosa.
Y las miríadas de ángeles, poniéndoles voz el coro de nuestro oratorio, dicen: "Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que Dios ama" (Lc 2,14).
El Salmo 29 comienza así: "Hijos de Dios, aclamad al Señor, aclamad la gloria y el poder del Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor" (29,1s). Y termina así: "El Señor bendice a su pueblo con la paz" (29,11).
Entre medias, el salmista, como motivo de glorificación, canta a la voz de Dios. En Cristo, en su Hijo, ha sonado su voz salvíficamente para sus elegidos: su Palabra se ha hecho carne. En Jesús, Dios reina sobre todo y es salvación para el hombre: "El Señor se sienta por encima del aguacero, el Señor se sienta como rey eterno. El Señor da fuerza a su pueblo, el Señor bendice a su pueblo con la paz" (29,10s). La división ocasionada por el pecado llega a su fin.
Ángeles y hombres unidos en un mismo coro cantan lo mismo y por lo mismo: "En su templo un grito unánime: ¡Gloria!" (29,9).
Continuaremos.
1 comentario:
"Las palabras sobre Dios, cuando no van envueltas de alabanza, cuando no desvelan en su fondo la glorificación divina, serán solamente dichos que aparentemente tengan que ver con Él, pero no hablarán vitalmente desde Él. Las palabras enraizadas en el obrar misericordioso de Dios vibran desde su grandeza amorosa."
y nos mueven al reconocimiento y a la acción de gracias : "Proclama mi alma la grandeza del Señor..."
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