Estabais muertos por vuestros pecados, porque no estabais circuncidados; pero Dios os dio vida en Él, perdonandoos todos los pecados. Borró el protocolo que nos condenaba con sus cláusulas y era contrario a nosotros; lo quitó de en medio, clavándolo en la cruz, y, destituyendo por medio de Cristo a los principados y autoridades, los ofreció en espectáculo público y los llevó cautivos en su cortejo (Col 2,13ss).
Aparentemente el relato de la pasión de S. Marcos no coincide con este pasaje de S. Pablo. En el evangelio, el letrero de la acusación es otro (Mc 15,21). ¿Son contradictorios?
En la vida de Jesús y en la Biblia, una cosa es lo que veían los contemporáneos -o lo que puede entender cualquiera leyendo- y otra lo que ocurría, que era más de lo que captaban con su inteligencia. En lo que a la Biblia respecta, se distingue entre el sentido literal y el sentido espiritual de la Escritura.
Usando una analogía, un perro, ante un hecho, interacciona con él simplemente de modo estimúlico. Ante lo mismo, el hombre se maneja con ello como ante una realidad, no simplemente como ante un signo de respuesta. El hecho es el mismo, pero la profundidad en que se sitúa el perro y el hombre es distinta y no es contradictorio lo uno con lo otro.
Compliquemos algo más el asunto. Un trozo de metal de suyo es lo que es y nada más. Pero los hombres podemos hacer que sea más, por ejemplo, una moneda. Seguirá teniendo las mismas propiedades metálicas que antes, el ser metal y el ser moneda no son contradictorios. Un trozo de yeso, de suyo es eso, pero con mi voluntad pasa a ser tiza, sin dejar de ser yeso.
Los ejemplos se pueden multiplicar y complicar. Pero lo importante es darnos cuenta de que el hombre no solamente capta más que un animal, porque está en el ámbito de la realidad y no del mero estímulo, sino que además puede, sin que cambie lo que de suyo es algo, que sea más.
Y si esto es lo que podemos hacer con las cosas, ¿qué será la historia en manos de Dios? ¿Qué podrá hacer de mí Dios si yo me dejo? Con la fe vamos más allá del estímulo y la mera realidad mundana y captamos los misterios de la fe.
Una tabla de madera, en manos de un hombre, pasa a ser un cartel con una significación determinada, pero en las manos de Dios lo que está siendo condenado es el pecado, el mal y la muerte. Una muerte es un hecho biológico; en manos de los hombres, una venganza, una ejecución, un asesinato, un acto de heroísmo, etc. En manos de Dios, la muerte de Cristo es mi redención.
S. Pablo y S. Marcos nos hablan de lo mismo, pero cada uno pone más en primer plano un aspecto. El que se enteró de lo que pasaba fue el centurión: "Realmente este hombre era Hijo de Dios" (Mc 15,39).
Hoy ha salido un comentario muy poco devoto; espero que, al menos, no os haya calentado demasiado los cascos ni os haya emborronado lo que intentaba aclarar y que acaso estaba ya claro.
Usando una analogía, un perro, ante un hecho, interacciona con él simplemente de modo estimúlico. Ante lo mismo, el hombre se maneja con ello como ante una realidad, no simplemente como ante un signo de respuesta. El hecho es el mismo, pero la profundidad en que se sitúa el perro y el hombre es distinta y no es contradictorio lo uno con lo otro.
Compliquemos algo más el asunto. Un trozo de metal de suyo es lo que es y nada más. Pero los hombres podemos hacer que sea más, por ejemplo, una moneda. Seguirá teniendo las mismas propiedades metálicas que antes, el ser metal y el ser moneda no son contradictorios. Un trozo de yeso, de suyo es eso, pero con mi voluntad pasa a ser tiza, sin dejar de ser yeso.
Los ejemplos se pueden multiplicar y complicar. Pero lo importante es darnos cuenta de que el hombre no solamente capta más que un animal, porque está en el ámbito de la realidad y no del mero estímulo, sino que además puede, sin que cambie lo que de suyo es algo, que sea más.
Y si esto es lo que podemos hacer con las cosas, ¿qué será la historia en manos de Dios? ¿Qué podrá hacer de mí Dios si yo me dejo? Con la fe vamos más allá del estímulo y la mera realidad mundana y captamos los misterios de la fe.
Una tabla de madera, en manos de un hombre, pasa a ser un cartel con una significación determinada, pero en las manos de Dios lo que está siendo condenado es el pecado, el mal y la muerte. Una muerte es un hecho biológico; en manos de los hombres, una venganza, una ejecución, un asesinato, un acto de heroísmo, etc. En manos de Dios, la muerte de Cristo es mi redención.
S. Pablo y S. Marcos nos hablan de lo mismo, pero cada uno pone más en primer plano un aspecto. El que se enteró de lo que pasaba fue el centurión: "Realmente este hombre era Hijo de Dios" (Mc 15,39).
Hoy ha salido un comentario muy poco devoto; espero que, al menos, no os haya calentado demasiado los cascos ni os haya emborronado lo que intentaba aclarar y que acaso estaba ya claro.
1 comentario:
En manos de Dios, la muerte de Cristo es mi redención.
¿Qué podrá hacer de mí Dios si yo me dejo?
Esta pregunta me ha calentado el corazón, no los cascos.
Cuanto me cuesta dejarme hacer...
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