En continuidad con el episodio de los discípulos de Emaús (Lc 24,13-35), el evangelio (Lc 24,35-48) de este tercer domingo de Pascua, tiene uno de sus intereses en la historicidad de la Resurrección. Lo que es mucho más que decir que sucedió algo, porque un suceso no es de suyo algo histórico, aunque en lo histórico tenga que suceder algo.
Jesús se muestra a los discípulos y hace que ellos lo vean; pero además les abre el conocimiento para que entiendan las Escrituras. La resurrección de Jesús es un suceso con una significación histórica y más que histórica.
En el ámbito de la funcionalidad natural, unos fenómenos se suceden a otros, a las causas suceden los efectos. En la historia humana, esto tiene que ser así, porque los hombres tenemos un componente material que es nuestro cuerpo. En la historia, hay sucesos, unas cosas se suceden a otras.
El cuerpo de Jesús a esto no hace excepción. Su resurrección es un suceso al que además suceden otros sucesos. En la tumba había un cadáver y después hay una tumba vacía; ahí ha sucedido algo. La piedra cegaba la entrada de la tumba y después está corrida; ahí ha sucedido algo. Al cadáver le ha sucedido un cuerpo vivo que, si se da a conocer, da lugar a nuevos sucesos. El hecho de la comida (Lc 24,41ss) subraya este aspecto; ese cuerpo produce efectos en el ámbito de la funcionalidad natural.
Pero este aspecto, aunque imprescindible, es insuficiente para que podamos hablar de acontecimiento histórico. Los hombres somos criaturas materiales, pero no solamente eso. Por ello, la historia no es simplemente una sucesión de fenómenos. La historia es el ámbito de la significación y el sentido, es el lugar de alumbramiento de posibilidades, es espacio de creación.
La Resurrección es alumbramiento de posibilidad. ¿Pero qué tipo de posibilidad? Y aquí la Resurrección sobrepasa el mero acontecimiento histórico humano. En primer lugar, porque no es consecuencia ni de causa natural ni de causa histórica humana. Pero además el efecto desborda lo creatural en lo que al cuerpo de Jesús respecta y por cuanto la posibilidad que alumbra va más allá de lo histórico humano.
Se trata de un acontecimiento que tiene que ver con el misterio divino; un acontecimiento que presenta dos vertientes: la glorificación de un cuerpo y el alumbramiento de una posibilidad, el perdón y la divinización para todos, en cumplimiento de lo ya acontecido como promesa en la historia de salvación, y cuya puerta de acceso es la conversión.
Jesús se muestra a los discípulos y hace que ellos lo vean; pero además les abre el conocimiento para que entiendan las Escrituras. La resurrección de Jesús es un suceso con una significación histórica y más que histórica.
En el ámbito de la funcionalidad natural, unos fenómenos se suceden a otros, a las causas suceden los efectos. En la historia humana, esto tiene que ser así, porque los hombres tenemos un componente material que es nuestro cuerpo. En la historia, hay sucesos, unas cosas se suceden a otras.
El cuerpo de Jesús a esto no hace excepción. Su resurrección es un suceso al que además suceden otros sucesos. En la tumba había un cadáver y después hay una tumba vacía; ahí ha sucedido algo. La piedra cegaba la entrada de la tumba y después está corrida; ahí ha sucedido algo. Al cadáver le ha sucedido un cuerpo vivo que, si se da a conocer, da lugar a nuevos sucesos. El hecho de la comida (Lc 24,41ss) subraya este aspecto; ese cuerpo produce efectos en el ámbito de la funcionalidad natural.
Pero este aspecto, aunque imprescindible, es insuficiente para que podamos hablar de acontecimiento histórico. Los hombres somos criaturas materiales, pero no solamente eso. Por ello, la historia no es simplemente una sucesión de fenómenos. La historia es el ámbito de la significación y el sentido, es el lugar de alumbramiento de posibilidades, es espacio de creación.
La Resurrección es alumbramiento de posibilidad. ¿Pero qué tipo de posibilidad? Y aquí la Resurrección sobrepasa el mero acontecimiento histórico humano. En primer lugar, porque no es consecuencia ni de causa natural ni de causa histórica humana. Pero además el efecto desborda lo creatural en lo que al cuerpo de Jesús respecta y por cuanto la posibilidad que alumbra va más allá de lo histórico humano.
Se trata de un acontecimiento que tiene que ver con el misterio divino; un acontecimiento que presenta dos vertientes: la glorificación de un cuerpo y el alumbramiento de una posibilidad, el perdón y la divinización para todos, en cumplimiento de lo ya acontecido como promesa en la historia de salvación, y cuya puerta de acceso es la conversión.
Así estaba escrito: El Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos (Lc 24,46s).
1 comentario:
"Jesús se muestra a los discípulos y hace que ellos lo vean; ..."
Él es el que puede hacernos ver, nosotros sólo podemos abrirnos a esa nueva forma de ver y sólo entonces somos capaces de verLE resucitado a nuestro lado, en las personas y acontecimientos de nuestra vida. Y nos damos cuenta que sin Él no podemos hacer nada.
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